martes, 7 de junio de 2011

Ismael Miranda dice: así se compone un son

Después de haber acariciado la fama siendo vocalista de la orquesta de Larry Harlow, y con apenas 23 años, ·Ismael Miranda· decidía en 1973 montar tienda aparte y lanzarse como solista. En Fania Records no podían estar más de acuerdo con la jugada. De hecho, gracias a la popularidad que habían obtenido los cantantes de la discográfica a raíz del éxito de las grabaciones en el Cheetah de Nueva York -de las que hablaré en un futuro próximo-, la nueva estrategia de la disquera sería convertir en solistas a los que aún no lo eran y así satisfacer a esa creciente masa de fanáticos del género, que parecían estar más interesados en las voces que en las orquestas que estaban detrás. Y como Miranda había acariciado el reconocimiento antes que nadie, qué mejor movimiento que empezar con él. Jerry Masucci y Johnny Pacheco estuvieron de acuerdo; Harlow, tragando el disgusto, decidió hacer una ópera-salsa.
Y Miranda puso una enorme sonrisa en la boca.
                                                   Ismael Miranda                                  (Ray Villalobos)
Así se compone un son es un disco interesante, con un fuerte sonido matancero, pero con tres o cuatro temazos que le permitieron solidificar su prestigio como uno de los cantantes de salsa brava más afincados en el gusto de la gente... aunque la larga sombra de su amigo Héctor Lavoe, una orquesta poco estable y mal ensayada, y una pésima estrategia que afincó su imagen cursi de niño bonito de la salsa -mote inventado inicialmente en tono de sorna por Pacheco- impidieron que sus siguientes producciones pudiesen alcanzar los mayores niveles de venta. Expertos como César Miguel Rondón hablan de desarraigo, de pérdida de rumbo debido al alejamiento con el barrio latino que le vio nacer.
Yo pienso que no fue más que una subida de humos.
La fama, que tanto confunde.
Pero entremos en materia. Miranda, que también es compositor, se tomó con mucha seriedad el lanzamiento -excepto la carátula, que es muy mala- y consiguió reunir a una pléyade de jóvenes músicos de mucha calidad, imbuidos todos en la sonoridad neoyorquina.
Nombres de la talla de Oscar Hernández en el piano (una década después sería el pianista de Rubén Blades), José Raúl Santiago en el bajo, el virtuoso Nelson González en el tres, Nicky Marrero (que venía de la orquesta de Willie Colón) en los timbales y el bongó, Frankie Rodríguez en la tumbadora, Carlos de León y Mariano Rodríguez en las trompetas, y Miguel Colón en el trombón. La selección de los temas, además, cuenta con tres variantes: la primera, como ya dije al principio, planeaba sobre la onda típica cubana (haciéndole honor a Arsenio Rodríguez); la segunda, con la sonoridad neoyorquina y su aroma a barrio y a malandro agazapado. Y la tercera, cosa curiosa, al tango de la primera mitad del siglo XX. No tengo pruebas, pero nadie me quita de la cabeza que ese gusto por el canto lunfardo le habrá venido de sus padres y abuelos. Dicho sea de paso, un tango arreglado como bolero posee una gran peculiaridad sonora, pues la gran densidad de la letra combina estupendamente con la clave lenta de las maracas y bongó.

El álbum comienza con Así se compone un son, un hitazo compuesto por Ismael. Ha sido siempre una de sus canciones enseña y cuenta, además, con un solo de piano muy solvente de Hernández, y otro no menos bueno de Colón en el trombón de vara
Para componer un son
se necesita un motivo
y un tema constructivo
y también inspiración

Es como hacer un sazón
con todos los ingredientes
Ay, tienes que ser paciente
sino se te va la mano
Y el bailador que no baila
no puede gozar, hermano

Cuando tengas el motivo
aplícalo con el tema
así con ese sistema
nunca fallarás, hermano
Ay, luego dale inspiración
y sentimiento cubano

Nicolás cae en los predios de Cuba, aunque el arreglo de Carlos de León es solvente y refresca la sonoridad ya añeja de la Sonora Matancera; el solo de tres, además, marca comunicación directa con la isla. Sálvame es un bolero bien dicho por Miranda (que es un cantante bastante, bastante completo, con mucha sabiduría a la hora de enfrentar este género), y el arreglo de Luis perico Ortiz, uno de los mejores de la década. Mulence es un viejo son montuno de Arsenio, muy típico, con el piano sosteniendo el ritmo y una vuelta de tuerca en las trompetas y los bongos, y las tumbadoras explayándose de lo lindo. Luego está Me voy pa' Colombia, un guaguancó homenaje a este país hermano con una moña de metales muy acertada. Más adelante aparece Cuídate bien, otra versión más del viejo tema santero de la Matancera con un arreglo que apenas varía del original, cantado por Celia Cruz en los años 50. Ahora sí, otra composición de Ismael, en plan guapo de barrio, dirigida a todas aquellas personas y músicos -fueron bastantes, por lo visto- que criticaron su inexperiencia para dirigir una banda. Y a continuación Las cuarenta, un tango maravilloso con una letra sobresaliente de Francisco Gorrindo y Roberto Grela (Rondón elimina nombres y fusiona los apellidos como si fuese una sola persona... no tendría internet para confirmar la información), más un arreglo en bolero del gran Marty Sheller que es de antología

Con el pucho de la vida apretado entre los labios
la mirada turba y fría, un poco lento el andar
dobló la esquina del barrio turbia ya de recuerdos.
Como bordando un veneno, esto se le oyó cantar:

Vieja calle de mi barrio, ahí donde he dado el primer paso
cuando vos contaba el mazo en inútil barajar
Con una daga en el pecho, con mi sueño hecho pedazos
que se rompió en un abrazo que me diera la verdad.

Aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo
sé del beso que se compra, sé del beso que se da.
Del amigo que es amigo, siempre y cuando le convenga,
y sé que con mucha plata una vale mucho más.

Yo aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran,
si de una burla se ríen uno se debe reír,
no pensar ni equivocado, para qué si igual se vive.
Además corres el riesgo que te bauticen: gil.
La vez que quise ser bueno en la cara se me rieron.
Cuando grité una injusticia la fuerza me hizo callar.
La esperanza fue mi amante, el desengaño mi amigo,
cada carta tiene contra y cada contra se da.

Hoy no creo ni en mí mismo. Todo es truco, todo es falso
y aquel que está más alto es igual a los demás.
Por eso no ha de extrañarte si alguna noche, borracho,
me vieras pasar del brazo con quien no debo pasar.

No me dirán que la letra no es magnífica, de esas que nunca envejecen.
Dos canciones más. Sonerito, del Tite Curet Alonso: otro canto desplante a esos soneros cubanos que siempre pensaban (y algunos lo siguen hoy en día pensando) que todo aquello que se grabó en Nueva York era una copia insulsa del excelso canto de la isla, sin darse por enterados de que, acaso, sería más bien un honor para ellos que trascendiese y pudiese ser reconfigurado en una ciudad en inglés, con otra sonoridad definitivamente más moderna.
Una demostración más de que el son no es cubano, sino universal.
Y, cosa curiosa, un merengue: Ahora que estoy sabroso. Rara avis en esos años, aunque apenas un lustro después comenzase a sonar con fuerza en toda la región para terminar adueñándose de los años 80.
Consecuencia, también, del cansacio que produjo la industria durante el boom de la salsa.
El disco es, sin duda, indispensable para cualquier colección de música latina. Sobre todo, porque las producciones posteriores de Miranda caerían en calidad y arraigo.
Ya hablaremos de ellas más adelante.

5 comentarios :

  1. Magnífico post. Estoy oyendo ese disco a ver qué tal se disfruta después de haber pasado por tu mesa.

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  2. Excelente entrada,aprovechamos para aliviar,el dolor,que me produjo la derrota vinotinto,acompañado por un delicioso nectar de caña de azucar,de los valles de aragua...., Xoan brindaremos a tu salud,y por que estos magnificos post se multipliquen.

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  3. te salio rapido y bueno el post, cuando lei tu correo ya lo tenias publicado, y habia una foto de miranda,para la proxima sera...cuando suba las fotos de fersan a mi archivo online te dare un password para que busques ahi...

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  4. Mencionas a Miguel Colón, que es el jovencísimo trombonista que venía de otra gran, gran, gran orquesta: la Colón. Calculo que para la grabación de este disco de Miranda, Colón no tendría más de 19 años.
    Saludos
    Víctor Paredes
    Lima-Perú

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