jueves, 31 de marzo de 2011

Es que yo traigo de Oriente ritmo caliente

Antes de adoptar el alias ·Joe Cuba·, Gilberto Miguel Calderón Cardona se llamó por un tiempo Joe Panamá. Van a pensar que el hombre cambiaba de nacionalidad tanto como un barco liberiano, pero no, no es el caso.
La anécdota, de hecho, tiene su bembé.
Nuyorican como muchas estrellas de la expresión latina, Calderón cayó en el mundo de la música gracias a uno de esos puntos de quiebre que suele producir una metedura de pata. Más si es real. Recién llegaban los años 50 cuando Gilberto se rompía una pierna y frustraba con ello sus ganas de ser beisbolista y basketbolista (además de estar estudiando para ser abogado). Para no aburrirse en casa, le pidió a un vecino suyo de la calle 115 de Nueva York que le prestase unas congas para remedar lo que escuchaba en los discos de Machito.
Y le fue cogiendo el gusto al asunto.
Joe Cuba, el alcalde del barrio
Tanto, que a la vuelta de un año, o dos, estaba ya tocando como reemplazo en diversas orquestas -participó en dos o tres ocasiones en la de Marcelino Guerra, que no es poco- hasta que la buena fortuna, de la mano del bajista Roy Rosa, le hizo entrar en el quinteto del panameño David Preudhomme, que se había puesto el mote de Joe Panamá. El hecho es que Preudhomme no era hombre de negocios y Calderón sí, por lo que al final terminó este último encargándose de las finanzas y, luego de desavenencias musicales, quedándose con el grupo.
También por recomendación de Rosa, Joe añade a un vibrafonista llamado Tommy Berríos, por lo que la banda pasa a llamarse el Sexteto de Joe Panamá... hasta que, durante un concierto en el club La Banda de la ciudad, Preudhomme se presenta advirtiéndole que tenía registrado los derechos del nombre, así que cuidao. Visto el panorama, aceptó la recomendación del promotor Catalino Rolón y decidió rebautizarse Joe Cuba.
El resto ya lo conocen.
No sin algunas vicisitudes, a partir de ese momento el sexteto fue subiendo peldaños de popularidad en Nueva York, principalmente porque su empeño en incluir canciones con ritmos latinos, pero cantadas en inglés, contribuyó casi sin quererlo a fortalecer ese espanglish incipiente, y resultaron ser bien recibidas por esos jóvenes que se bandeaban sin problemas entre ambos idiomas.
Fue telonero en muchas ocasiones de los Titos en ese fantabuloso Palladium, y se nutrió de esa música generosa  que siempre admiró para crear un estilo propio.

lunes, 28 de marzo de 2011

Konceptos en unidad, old fashion way

Veintitrés años antes de que llegase Ry Cooder en plan Cristóbal Colón a descubrir la música cubana (hay que tener bríos, la verdad), sucedía algo interesante en Nueva York. En 1974, un grupo de músicos comandados por los hermanos Andy y Jerry González comenzaron, así en plan guapachoso, a organizar descargas para consumo propio, como si fuese una caimanera de pelota de goma o esas parrandas de fútbol espontáneas que se organizan en las playas de Río. El asunto era pasarla bien, liberarse de las ataduras de las orquestas donde participaban y hacer sonar esos instrumentos de manera deliciosa. Puros panas.
Esta improvisación comienza a enseriarse cuando recibieron una invitación a dar varios recitales en la Universidad de Wesleyan, esa que está en Connecticut. Para salir del paso deciden llamarse Conjunto Anabacoa (tomando el nombre de un viejo son de Arsenio Rodríguez, uno de los padres de la música latina que escuchamos hoy en día), se presentan con notable éxito, comienza a correrse la voz, se suman más músicos y es allí cuando se dan cuenta de que la rumba no podía circunscribirse a los fines de semana y la caimanera de panas. René López, cantante y musicólogo, toma la batuta del grupo y decide bautizarlo con un nombre largo que no tardó casi nada en entrar en los anales de la música latina:
El Grupo, en un concierto en Berlín en 2008
el ·Grupo Folklórico y Experimental Nuevayorquino·.
La premisa del conjunto fue mantener esa libertad, rehuir de los corsés, de las modas, y asumir las raíces musicales cubanas y aderezarlas de modernidad; esas raíces que son las mismas que descubrió Cooder varios años después.
Podría llenar líneas y líneas sobre este asunto, pero hay mucha literatura en internet y César Miguel Rondón dedicó varias páginas de su Libro de la salsa a explicar este fenómeno mejor de lo que lo podría hacer yo y no es plan estar repitiendo frases.
Este primer disco del Grupo, Concepts in Unity, estuvo desaparecido del mapa desde finales de los 70 hasta 1994, cuando la legendaria Salsoul Records -o quienes se quedaron con ella, más bien- decidieron hacer un reissue en cd. Tanto había leído sobre este mito que, apenas lo vi en Caracas lo compré de

martes, 22 de marzo de 2011

La gran farsa de la Fania All Stars en el Yankee Stadium

(Esta crónica fue enmendada el 21 de enero de 2013)

Comencemos por el hecho incontrovertible, como dirían abogados y personas necesitadas de fe:
a Jerry Masucci se le ocurrió un día que sería muy bonito hacer una especie de homenaje al fabuloso concierto del Cheetah del 26 de agosto de 1971, reeditando una reunión de las Estrellas de Fania (o Fania All Stars, porque son de ambas maneras) en un sitio que tenía un carácter casi mitológico para Nueva York: el antiguo Yankee Stadium del Bronx.
Ta loco, susurraron.
Pero lo hizo. El 24 de agosto de 1973 logró meter a más de 40.000 personas en el coso de Babe Ruth, con un conciertazo que prometía marcar un antes y un después. El roster estaba compuesto por nada más y nada menos que la Típica 73, El Gran Combo de Puerto Rico, Mongo Santamaría y, como cierre magnífico, la Fania All Stars, en plan big fucking salsastar y me la sirves con todo.
Orate, le dijeron.
Johnny Pacheco recuerda en alguna entrevista que, palabras más palabras menos, andaban todos medio cagados porque en el fondo no estaban seguros de que la gente fuese a ir. Que Jerry había invertido en la epopeya unos 70.000 dólares de la época (otras versiones dicen que la locura fue de 280.000), de los cuales sólo cincuenta mil habían sido destinados al alquiler del estadio para ese día.

viernes, 18 de marzo de 2011

Levántate y da cara a tu vida

Para todos aquellos que encuentran especial esta canción, que sé que son varios :)

Uno de los golpes más duros que he recibido en los últimos meses me lo propinó Marco Tulio Socorro. En toa la jeta, además. Fue una noche en su casa, casi impregnados en alcohol, después de haber discutido la pertinencia del reguetón. Que la tiene, aunque confieso ser un total analfabeta del género.
Será por la edad.
A lo que iba: no recuerdo muy bien cómo vino después el asunto (Marco y yo hemos instaurado la costumbre de reunirnos para hablar de mil cosas, y al día siguiente sólo recordar pinceladas de lo que charlamos, tan imbuidos que estábamos en la conversa por la conversa), pero mientras hacíamos el quítate-tú-pa-poneme-yo de las canciones que estaban sonando, que es la otra parte genial de esta dinámica, de repente va Marco y me avienta este tema:

Llorar
Yo nunca quise esconder que me vieran llorando
Eso a mí nada me importaba
Si allí donde yo lloré cualquiera llorará
Pero un golpe de brío que di, quiero ver quien da más.
Lloré lloré lloré

Un hombre de moral no queda derrotado
si tiene dignidad y cae boca abajo
mira para arriba y no desanima
levanta su cuerpo del suelo y da cara a su vida.

Levántate y da cara a tu vida

Canción, no: supercanción. Y se me había pasado por alto en la vida... Osea.

miércoles, 16 de marzo de 2011

De cuando Willie Colón presentó a Rubén Blades

Fue un matrimonio de lo más normal y corriente:
                                         Willie y Rubén, metiendo mano                        (Codigo Music)
nunca llegaron a ser amigos; cuando terminaban las sesiones de grabación o los conciertos, cada uno se iba para su casa. Incluso, a veces se repelían e ignoraban mutuamente, llegando a separarse durante años, aunque luego volvieran a juntarse.
Pero después de estar en litigio durante los últimos años (litigio que, moralmente, ganó el panameño) ahora están definitivamente divorciados.
Pero produjeron una constelación de discos que no tiene parangón en la música latina. ·Rubén Blades· fue la voz -y la propuesta artística- que estaba buscando Willie Colón, después de que decidiese disolver su orquesta en 1973 y anduviese dando vueltas entre discos desabridos, lanzamientos interesantes y baquinés sin mayor fortuna; Willie Colón fue el empujón que le faltaba a Rubén Blades para alcanzar de una buena vez el estrellato y la adoración de las masas, después de haber grabado piezas de importancia considerable para Fania All Stars, Ray Barretto y Louie Ramírez.
Este fue el primer álbum que produjeron juntos en 1977. Y aunque no fue el mejor, sí resultó ser el más fresco, sobre todo por la novedad concentrada en letras

viernes, 11 de marzo de 2011

Cuando yo kanto mi bonito guaguancó

Después de mencionarlo de forma tangencial en varias de las entradas del blog, ya era hora de que me decidiese a hablar de uno de los discos de ·Johnny Pacheco·, porque este músico y productor dominicano es un personaje fundamental de la expresión salsosa -y de la música latina en general de los últimos 55 años-, capaz de haber creado varias modas musicales. Aunque nunca ha sido santo de mi devoción, debo reconocer con entusiasmo que ha producido varios discos indispensables, su criterio como músico es absolutamente apreciable -aunque sus prácticas como productor y director musical de Fania Records no lo hayan sido tanto- y tiene una virtud que no todos poseen: no importa lo que produzca, no importa lo que entregue su orquesta, el resultado siempre -siempre- tendrá mucho sabor.
Y eso, a los efectos de la salsa, es un detalle imprescindible.
Pacheco con su gran melena, a mediados de los 70
Para decidir por cual de sus producciones empezar, casi mejor acudir a la gran rueda del azar: desde que lanzó su primer trabajo en 1961, Pacheco y su charanga (que fue el disco latino más vendido en Estados Unidos hasta esa fecha), Johnny habrá sacado más de 50 álbumes. No todos con la misma calidad, por supuesto, pero sí algunos que son necesarios en cualquier colección salsera. El que voy a hablar hoy, El maestro (no confundir con la compilación de Codigo Music) es uno de ellos, no solo por la calidad y agarre de los temas elegidos sino porque, además, fue el disco con el que presentó a su nuevo vocalista, el señor Héctor Casanova, con quien logró hacer una dupla muy explosiva gracias al estilo netamente cubano de su soneo, que encajaba muy bien con las intenciones del Johnny.
Otro aspecto importante fue la incorporación del trompetista Luis perico Ortiz en los arreglos, y las estupendas manos del Papo Lucca en el piano, que le dieron una vuelta a ese sonido Pacheco anclado en la onda típica del conjunto desde 1964 (dos

lunes, 7 de marzo de 2011

El conjunto de Markolino sí tiene sabor (y brujería)

Este es el tipo de disco que demuestra por dónde cojea el dueño de este blog. Me parece una de las producciones más auténticas y más representativas de esa salsa subterránea, expansiva, libre, que manaba a borbotones por el Nueva York de comienzos de los años 70 y corría, discreta, de forma paralela a esa fastuosidad que fue repetida una y otra vez por otros artistas que estaban en primera fila. Además, es la primera entrega (de solo tres) que produjo ese genial y desgraciado pianista estadounidense que fue Mark Dimond -Markolino para los panas-, un mastodonte musical del que nunca se pudo conocer todo lo que habría sido capaz de dar.
Estoy hablando, por supuesto, de Brujería.
  Mark Dimond toca, Johnny Pacheco escucha                                                   (Foto: Bonny)


                                                                     Esta reunión de siete composiciones escritas y arregladas por Dimond, lanzada hace 40 años, fue el resultado de una conjunción de eventos que empezaron a desarrollarse en 1968, cuando él se hace pianista regular de la orquesta de Willie Colón, sorprendiendo (apenas tenía 18 años) por su virtuosismo a la hora de cincelar las teclas y elaborar unos arreglos muy complejos y con swing. Era el tipo de músico autodidacta capaz de arreglar un tema mientras estaba en el metro camino del estudio de grabación; capaz de soltar un solo de piano de tres minutos y hacerte creer que lo que escuchabas era una bandada de pájaros volando libremente entre los acordes de un bosque.

viernes, 4 de marzo de 2011

Los rikos también tienen sentimiento, tú

                                               José Cheo Feliciano                            (Codigo Music Group)
Antes de que me interpelen y exijan el carnet de buena conducta, que les veo las intenciones, aclaro públicamente que admiro muchísimo a ·Cheo Feliciano· porque es uno de los cantantes que mejor frasea en todo el Caribe, he disfrutado mucho las veces que le he oído cantar en vivo -que han sido varias-, tiene un timbre potente, muy agradable, un buen desempeño en el montuno, entona el bolero como pocos y es, además, el cantante favorito de Eddie Palmieri 
(y yo al Maestro le hago mucho caso).
Como muchos críticos musicales y estudiosos han generado diversas variantes de la salsa (gregoriana, matancera, erótica, narrativa, etc), yo me atrevo a decir aquí, también públicamente, que Cheo cayó en varias ocasiones en eso que me atrevo a llamar salsa demagógica.
Sí, demagógica. Porque hay pocas letras más farsantonas -como diría mi amigo Marco Tulio- que la guaracha que le compuso Tite Curet Alonso: Los entierros, incluida en el disco Estampas de 1979.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Ay mira a Mikaela cómo baila el boogaloo

Lo han pedido ya varias veces. Así que complacemos peticiones, cogemos mínimo, hacemos una pequeña disgresión y entramos en el mundo del boogaloo. Pero por la puerta grande, que por esas fechas hubo también bastante boo que tenía poco de ga y mucho menos de loo, y este movimiento -y experimento- nuyorican merece un poco más de respeto. Por eso, no se me ocurrió nada mejor que introducirlo en el blog con el pianista ·Pete Rodríguez· (no confundir, ¡por favor!, con Pete el conde Rodríguez, excelente cantante boricua pero ni por asomo familiares; de hecho, el uno era blanquito y el otro casi azabache).
Pete produjo dos de las canciones que más sonaron a mediados de los 60: Micaela y I Like It Like That, dos temas que ayudaron a definir los sonidos e intenciones del boogaloo y su hermano pequeño, el shing-a-ling.
Pete Rodríguez y su orquesta, en el teatro Puerto Rico del Bronx
Pero antes conviene echar un cuento sobre el boogaloo, o bugalú, como debería escribirse en español. fue un mix espontáneo, una de esas genialidades que nacieron en las noches musicales de ciudades como Nueva York.
Varios factores entraron en juego para confabularse y crear este ritmo: la avalancha del rock 'n' roll con Los Beatles a la cabeza, el tsunami del soul gracias a los triunfos de la Motown, la muerte prematura de los big bands neoyorquinos cuando cierra en 1966 el Palladium Ballroom de la calle 52, y la necesidad que tenían los jóvenes hispanos del guetto neoyorkino de
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