martes, 31 de mayo de 2011

The Fania Six

A mediados de 1976 Jerry Masucci estaba exultante: las ventas de Fania Records eran maravillosas y la salsa sonaba cada vez más en todos los rincones del Caribe. Pero Masucci estaba exultante también porque, después de varios meses de negociaciones, había logrado firmar un contrato con la todopoderosa Columbia Records para producir cuatro discos crossover, orientados al gran público estadounidense y europeo, que serían distribuidos en la amplia red de comercialización del ojo que camina. Después de tantos años de esfuerzos y aspiraciones, al fin la salsa se convertiría en un fenómeno global, mano a mano con el disco music.
Para alcanzar esto, obviamente, había que hacer algunas cesiones. Y Jerry estaba de lo más dispuesto a hacerlas. La primera sería formalizar una especie de break-off de la Fania All Stars, y hacer de ella una versión nueva, podada, más potable para esas nuevas audiencias y sin ese gentío variopinto de músicos y cantantes.
El nuevo arbusto, recortado y bonito, contaría con apenas seis integrantes: Johnny Pacheco en la flauta y el güiro, Ray Barretto en las congas, Roberto Roena en los bongós y la percusión, Bobby Valentín en el bajo, Nicky Marrero en los timbales y Papo Lucca en el piano.
Así, de esta forma, nacían los ·Seis de Fania·... mmm no, mejor ·The Fania Six·, que suena más american y cool. El primer disco destinado a plasmar esta gran idea se titularía Delicate and Jumpy... sí, delicado y saltarín, por más cursi que suene y parezca. Para conformar semejante disparate se contrató a los hermanos Billy y Gene Page, muy famosos por los arreglos que habían producido para artistas como Barry White, la Love Unlimited Orchestra, Barbra Streisand o esa gran constelación de nombres de la galaxia Motown.

viernes, 27 de mayo de 2011

Roberto Roena, de lo más tranquilo

Lo de Roberto Roena cae en la paradoja. Me explico: es un tipo al que respeto mucho, me gusta lo que he leído sobre él y me gustan también sus opiniones y puntos de vista, porque parecen de una persona sensata -no exenta de cierta locura, que por algo es artista-, amante nato de la música, humilde al reconocer que lo suyo fue pura pasión y ganas de poner a bailar a la gente aunque sus estudios musicales hubiesen sido escasos y sobre la marcha. Porque es, además, un tótem: inició su carrera musical a mediados de los 50 con nada menos que Rafael Cortijo, tocó en el Palladium de Nueva York -con apenas 19 años-, en esa presentación de Cortijo y su Combo con Ismael Rivera que fue apoteósica. Su casa fue testigo de la formación del Gran Combo del otro Rafael (el Ithier), y su persona combina una más que solvente ejecución de los bongos con una gracia al enfrentarse al baile que poco se ha visto entre los músicos caribeños.
         Roberto Roena, duro con esos cueros   (Fernando Sánchez)
Eso sí: apenas he seguido su discografía. Debe ser por el encontronazo que sufrí hace muchos años con Marejada feliz, una canción cuyo arreglo, sintetizador y coro siempre me han superado, pero que ahora, al darle un buen vistazo a su primer disco, ese que sacó a finales de 1969 con su recién estrenada Apollo Sound, tal vez pueda -tal vez- llegar a comprenderla mejor, como parte de toda su producción discográfica.
Veremos, porque me sigue pareciendo... delicate and jumpy.

En 1966, cuando publicó el disco con los Megatones, Roena empezó a cogerle el gusto a eso de dirigir una banda (asunto nada sencillo, dicho sea de paso). Pero como seguía en EGC, Ithier le atajó en su momento para decirle: oye vamos a ver si paramos esa cosita, tú sabes, porque... Nada, que no más Megatones y Roena se disciplinó tres años más hasta que a comienzos del 69 habló con su jefe, le dijo que quería parar esa cosita porque se iba a buscar fortuna y comenzó a montar su propia orquesta. La casualidad de que el primer ensayo se realizase el mismo día que el Apollo 11 partiera con Armstrong, Aldrin y Collins a recoger piedras grises en la Luna, hizo que el grupo terminase con ese nombre. Aunque no faltaron guasones que parafrasearon la cosa para llamarles los a pollo sound.
Esos chistocitos que nunca faltan.
Como a Roena le ha gustado siempre que los músicos se sientan a sus anchas cuando están tocando (los Megatones surgió de unas sesiones de descarga que organizaba todos los miércoles), y siempre miró con simpatía esos efluvios de soul que provenían de Chicago y Nueva York, la bandita que iba formando sonaba cada vez mejor, 50% salsa y 50% americano, según sus propias palabras.

lunes, 23 de mayo de 2011

Yo lo pongo como a usted le guste más

Por culpa de una sola canción, Traigo de todo siempre ha corrido el riesgo de ser disecado por un taxidermista para, una vez congelado a temperatura ambiente, ponerlo en un altar, adorarlo y que vengan los diletantes a sacarle brillo al fenómeno todos los días. Así, fascinados.
De hecho, me arriesgaría a preguntar, ¿este álbum seguiría siendo el más importante de la trayectoria de Ismael Rivera si no incluyese El nazareno? Aunque también se podría porfiar: sin Las caras lindas, ¿Esto sí es lo mío sería el segundo mejor álbum de él (algunos se atreven incluso a decir que es superior)?
Es para quedarse pegado con el temita hasta el año 2014, por lo menos...
                     El Sonero Mayor         (Fernando Sánchez)
Pero no, mejor no. Como diría Maelo, ¡fuera, zapato viejo! y concentrémonos en sacarle el jugo a las cosas buenas que tuvo este lanzamiento de 1974, que fue -para darle más intriga al asunto, que se me duermen- el último antes de que el deterioro de su voz comenzase a resultar evidente, y el último que hizo con plenísima libertad de movimiento... porque fue también el último antes de que Fania Records se cruzase en su camino.
Para bien y para mal.
Traigo de todo fue producido por Joe Cain y grabado en Generation Sound Studios (uno de los estudios preferidos por los músicos de jazz de Nueva York, como atestiguan numerosos discos de esa década). Los arreglos, como siempre, estuvieron a cargo del pianista cubano, el ex matancero Javier Vázquez. Los Cachimbos estuvieron más aceitados que nunca y contaron en esa ocasión con un invitado de la talla de Alfredo chocolate Armenteros en la trompeta, además de Manuel González en el saxo alto, Harry D'Aguilar en el trombón, Raimundo Vázquez en el bajo, Víctor González en el bongó, Carlos rigo Malcon en los timbales, Frankie Malabé en el congo y Sammy Ayala en la percusión. Los coros, muy sobresalientes -en Satélite son, sencillamente, insuperables- estuvieron a cargo de Yayo El Indio, Vitín Avilés y Adalberto Santiago.

viernes, 13 de mayo de 2011

Ecua jei

Hoy se cumplen 24 años de la muerte de Ismael Rivera.
Debido a la caída estrepitosa que sufrió Blogger el día de ayer (están todavía recogiendo algunos trozos del pobre muchacho), y debido también a que estoy de viaje, hoy no puedo más que prometerles un largo post sobre Maelo para la próxima semana, donde analizaré el que considero es su mejor disco, y les recomendaré -por supuesto- escucharlo y celebrarlo.
Ismael ha sido una de los fenómenos más grandes e importantes que ha parido la música del Caribe. Su arte sigue tan vigente como hace 30, 40 o incluso 50 años. Así que una rumbita hoy viernes por la noche en su honor no estará nada, nada mal.
No lo olviden: mientras su música suene él seguirá vivo.
Estoy seguro de que Maelo estará haciendo bailar a todo el mundo allá arriba (o allá abajo, da igual) en este mismo momento.

Ecua jei.

miércoles, 11 de mayo de 2011

La Sonora Ponceña prende el fogón

La Sonora Ponceña, fundada en 1954 por Enrique Lucca, es una de las bandas más memorables de la historia musical del Caribe, no solo porque ha sabido desde el primer momento recrear acertadamente el son que les llegaba desde Cuba (aunque en un principio tenía mucho que deberle a la omnipresente Sonora Matancera, orquesta de orquestas, y al sonido de Arsenio Rodríguez), agregándole, clarostá, ese toque boricua necesario para marcar un poco las distancias y hacerla más entrañable, si cabe.
                                                                     Papo Lucca                                                     (Diego R. Bravo)
Con el paso del tiempo, además, ha ido creando un estilo propio (gracias al virtuosismo de Papo Lucca, genial pianista y director musical, de quien hablaré más y mejor en el futuro) que mantiene, 57 años después, esa intención y ese sabor. Una marca de agua que comenzó a notarse mucho más cuando, a mediados de los años 70, tomaron distancia de la repetición fastidiosa que estaba experimentando la música latina made in New York para brillar con luz propia.

jueves, 5 de mayo de 2011

Mi debilidad, eres mi debilidad

Es uno de mis cantantes preferidos, de los de quitarme el sombrero. Así, con gratitud. Tipo: coño, gracias por existir. Además, es un excelente compositor; cantautor, cuando esa palabra no se utilizaba. Tuvo la suerte de estar una pila de años de la mano de Eddie Palmieri, con los cuales logró acumular y ofrecer una experiencia extraordinaria. Logró desarrollar una forma de enfrentar el canto muy peculiar y auténtica, que no le debe a nadie nada; supo evitar circunloquios tontos a la hora de hacerle los versos a un tema (son famosas sus colaboraciones con Palmieri, quien llegaba con una melodía y le decía: Ismael, ponle letra a esto) y ha sabido, también, fomentar un sentido de la vida con mucha positividad, con una forma de enfrentar las circunstancias casi religiosa, que siempre le ha acompañado.
                                       Ismael Pat Quintana                     (foto: Martin Cohen)
Adicionalmente, es un señor en las formas, amigo de casi todos los músicos de su época, respetado por el público (aunque no siempre fue predilecto, y mira que sobradamente lo merecía) y tan cordial en el trato con la gente que es prácticamente imposible encontrar a alguien que le pueda soltar a uno una mala palabra, siquiera una, de ·Ismael Quintana·.
Aunque nació en Ponce, nunca llegó a vivir en Puerto Rico. Por eso se siente nuyorican y está muy consciente de lo que significa esa condición, Quintana empezó como bongosero en una de las muchas orquestas que sonaban fieras en el extrarradio neoyorquino de finales de los 50. En una ocasión, en el Hotel Taft de Manhattan, la banda de la que era miembro arrancó con Cómo fue -ese exitazo de Benny Moré- y él, en ese momento, tuvo también un arranque, soltó los bongós, cogió un micrófono y se lanzó a cantar.
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