lunes, 28 de febrero de 2011

Tantos años sin La Lupe...

Muy acorde con el personaje que envolvía a la persona, recordar incluso la muerte de La Lupe es un tema espinoso ya que debería hacerse únicamente los años bisiestos. Un admirador diría, ramo de flores en mano y camino del cementerio Saint Raymond del Bronx, donde ahora reside, que solo a Lupe Yolí Raymond se le podía ocurrir la imprecisión de morir un 29 de febrero, esa eventualidad calzada a martillazos en el calendario cuando se dieron cuenta de que los años tenían seis horas de más y había que agruparlas y ponerlas en algún sitio para que no se descuadrase el tinglado. El resultado, por si fuera poco, parece ser una capa más para el mito formado por las huestes frenéticas que, aún sin entenderla completamente, la siguen idolatrando hasta la locura: ella era tan distinta, que hasta tenía que morir un día extraño y en la calle que una década después llevaría su nombre.

jueves, 24 de febrero de 2011

El Quincy Jones de la salsa... y sus amigos

Louie Ramírez, muerto e la risa
Mucho más conocido por su labor como arreglista y productor, ·Louie Ramírez· fue sobre todo un músico de raza, capaz de reunir a un grupete de instrumentistas en un estudio de grabación y sacar de allí cosas fantásticas sin demasiado esfuerzo. Aunque, claro, tantas horas metido en esas cuevas acústicas hacía que en ocasiones no atinara: su historia negra lo ubica como el creador de esa variante romántica del género que dominó los años 80 y que fue llamada salsa erótica, o salsa monga, que contribuyó a destruir a machetazos la estela que la determinante producción salsera había generado en la década anterior.
Pero no hablemos más de ese penoso asunto y concentrémonos en lo bueno; en, por ejemplo, ese disco que publicó en 1978 junto a una camarilla de amigos músicos de altísimo nivel: Louie Ramírez y sus amigos, un álbum que recoge parte de lo que se estaba gestando en esos momentos y que muestra algunos matices de lo que se convertiría la música salsa unos años después. Al no tener una orquesta fija y, sin embargo, ser una de las personas más respetadas del medio -solía tener la última palabra dentro de Fania en cuanto a arreglos y orquestaciones se refería-, se dio el

martes, 22 de febrero de 2011

Tito Puente swings · The exciting Lupe sings. ¡Ahí namá!

Lupe Yolí Raymond, ataviada                        (Foto: Fersan)
Este no es un disco cualquiera. Es un discazo. Una de esas conjunciones maravillosas que se dan cada cierto tiempo gracias a la Casualidad, así con mayúsculas. Porque hay que avisar de antemano que la primera vez que ·Tito Puente· escuchó a ese fenómeno eléctrico llamado ·La Lupe·, cuando ella todavía participaba en el grupo de Mongo Santamaría, aseguró no estar para nada interesado en su estilo. Ella le llamaba soul, pero yo le llamaba gritería, dijo el timbalero en 1972 a la revista Rolling Stone, en referencia a los quejidos que soltaba en mitad del escenario mientras Mongo afrontaba los cueros. Entonces, escuché un día uno de sus discos y me impresionó. Pensé que sería bueno tratar de trabajar con ella y ver si la podía desarrollar.
Groovy, baby. Groovy.
Fue en 1965 cuando se publicó Tito Puente swings · The exciting Lupe sings, una colección de 12 temas en diferentes estilos, con ese sonido big band -el Palladium de la calle 52 todavía estaba abierto- que Puente trató de mantener contra viento y marea, a pesar de que el cambio de ciclo musical estaba apuntando hacia lo que luego conoceríamos como salsa. Esa variedad de estilos, uno de los sellos fundamentales del álbum, fue también la prueba de que esta mujer te canta genialmente lo que le pongas enfrente. Porque La Lupe suena fenomenal cuando está respaldada por una orquesta y unos arreglos fenomenales. Y porque ella es el estilo.
Toda esa fastuosidad casi decadente luce aquí con una potencia inusitada. La guaracha que abre el álbum, Todo, es una declaración de intenciones: el chorro de voz logra superar la orquesta de más de doce músicos con unos arreglos de trompetas y saxofones alucinantes. A continuación aparece Yo no lloro más, de Myrta Silva, un son montuno que cuenta un desplante amoroso al que ella agregó algunos fraseos e interjecciones en el montuno: oye niño, ¿me estás diciendo que te vas? Pues agarra los tres trapitos y vete. Good bye, babe!, que marcan una de sus particularidades más divertidas. Las letras con doble sentido son otra de las marcas de la casa, como por ejemplo Menéalo, que tiene el azúcar bajo. Y también una sorprendente versión del joropo Homenaje a Juan Vicente del gran Billo Frómeta, un guiño a Caracas que desde los años 50 tenía los carnavales más importante del Caribe (hasta que el entonces gobernador Diego Arria los prohibiese a mediados de los 70).

jueves, 17 de febrero de 2011

No me critiques, esta es mi forma de cantar

La Típica '73 en sus comienzos.
En la última entrada de este blog, que hablaba de Ray Barretto, comenté que su banda había sufrido una excisión pocos meses después de haber grabado Que viva la música. Me faltó decir en ese momento -mea culpa- que los músicos que habían decidido formar tienda aparte: el cantante Adalberto Santiago, el tumbador Johnny Rodríguez Jr., el timbalero Orestes Vilató, el bajista Dave Pérez y el trompetista René Lopez, se habían reunido con el estupendo pianista y arreglista Sonny Bravo, el trompetista italiano Joseph Mannozzi, el importantísimo trombonista dominicano Leopoldo Pineda (considerado a la par de Barry Rogers, que no es poco) y (posteriormente) el tresero Nelson González, para conformar una de las orquestas más innovadoras y sin complejos de toda la expresión latina de Nueva York: la ·Típica '73·. Una banda que decidió sumergirse en la onda cubana, pero no la que había sonado desde los años 50 (y que estaba siendo expoliada, sin mayores cambios, por el monopolio Fania), sino la que se estaba saboreando en este momento en la isla... a pesar del embargo.

lunes, 14 de febrero de 2011

Nuestra música siempre vivirá

Que viva la música criolla
La música es el arte de expresar con emoción
los sentimientos sinceros del corazón
Por eso digo con gran orgullo
Pero que viva la música

No, no es parte de un himno, aunque lo parezca. Es un guaguancó que compuso el trompetista cubano Roberto Rodríguez y que abre uno de los discos más preciados del género: Que viva la música, del percusionista ·Ray Barretto·. Un álbum que marcó un pico en la expresión salsosa producida en Nueva York, pues acoge el sonido que estaban marcando las tendencias musicales que pululaban desde hacía varios años en el ambiente musical neoyorquino, además de representar un hito en la experimentación que este nuyorican estaba llevando a cabo desde los años 50. Y no solo por el tema que abre el disco, que con gran fanfarria hace honores a toda la música de la cuenca del Caribe y la eleva a estados casi pletóricos, sino por la combinación de algún viejo son cubano, un bolero que siempre se encaja con gusto y esa descarga de gran aliento que se llama Cocinando, uno de los temas de jazz más sabrosos que se han interpretado jamás.
Raymond, En plena descarga
Con el paso de los años, Barretto había logrado edificar una orquesta muy bien aceitada, compuesta por virtuosos de la talla de Orestes Vilató en los timbales, Luis Cruz en el bajo, Roberto Rodríguez, René López y Joseph Roman en las trompetas, John Rodríguez en los bongós y el gran Adalberto Santiago como solista. Lastimosamente, buena parte de la banda se separó poco después de publicado este disco en 1972, por lo que esta grabación sirve, además, como testimonio final. Además de los dos temas mencionados, está incluida una excelente versión de la Bruca Maniguá de Arsenio Rodríguez, y un canto yoruba, Alafia Cumayé.

jueves, 10 de febrero de 2011

Que va a llegar un demonio atómico y te va a limpiar

Poco antes del despegue del malévolo boom de la salsa, cuando se hizo y deshizo lo mejor y lo peor del género, Willie Colón y Héctor Lavoe publicaban en 1973 una producción que todos creyeron iba a ser la última que harían juntos: Lo mato (si no compra este LP). El asunto era un secreto a voces: la relación entre ellos estaba empezando a ser muy tensa. Después de seis años juntos y casi una decena de discos de éxito creciente, el precio de la fama y otras mañas imprevistas comenzaban a afectarles. Willie estaba muy cansado de que Héctor llegara tarde a los ensayos, llegara tarde a los conciertos, llegara tarde a todas partes; estaba hundido hasta la nariz, trabado más que colocado, en el mundo de la heroína. Y eso, para una banda con la agenda llena de presentaciones, era terrible. Colón, por su lado, no escapaba a ciertos descontroles y problemas personales, porque ninguno de los dos era un santito.
Por tanto, mantener el rompecabezas de una sola pieza estaba resultando una tarea titánica.
William Anthony y Héctor Juan, cuando la procesión iba por dentro
Lo mato, sin embargo, parece un disco ajeno a lo que se cocinaba alrededor, pues tiene una frescura que sale a borbotones de cada una de las canciones. El barrio y toda su guapería está presente, pero a la vez está plasmada la querencia por la vida sencilla, casi bucólica que ofrecía esa idea llamada Puerto Rico. Guajira ven no es más que un canto a la ruralidad de la isla (tal y como hablé en Mi Jaragual, de Ismael Rivera), a la vida mansa en el campo con su conuco y los pajaritos. No deja de ser curioso que mientras los puertorriqueños que estaban en Estados Unidos añoraban esa tranquilidad antillana, los que vivían en Borinquén se burlaban

lunes, 7 de febrero de 2011

La juventud está diciendo: gente vieja, estoy ardiendo

En aquellas sabrosas fiestas que hacíamos las huestes periodísticas en Caracas cuando estábamos desocupados, el pana Máximo Peña y yo -los pinchadiscos oficiosos- nos enzarzábamos siempre en un mano a mano musical: un pique súper cordial (pero no exento de malicia) que consistía en conseguir la mayor cantidad de bailadores simultáneos. Y esto solo se lograba metiendo de repente algún temazo que volara los tapones de la gente, o alguna canción desconocida que dejase al otro, literalmente, con los ojos claros y sin vista. A Máximo siempre lo agarraba fuera de base con el Culu-Cucú (porque yo no tenía escrúpulos, lo reconozco) y él me pillaba las manos con La cartera de Larry Harlow (porque él tenía una grabación de mejor calidad que la mía y la ponía, no sé cómo coño hacía, en un momento que luego resultaba fundamental para el bonche).
Miguelito Quintana
Pero uno de los temas que garantizaba una mejor estima de los bailadores -mientras mi contrincante me torcía los ojos- está incluido en esta pequeña joya fuera de catálogo: el primer disco de la orquesta La Conspiración, banda sin trombones de una gran frescura, malandra con ilusiones subversivas, extraída de lo más profundo del gueto latino neoyorquino y dirigida por Ernesto Agosto, un personaje de gran tumusa, casi desconocido, que tiene mis mayores estimas por su honestidad conceptual y los bríos con los que quiso montar su rumba consciente y con mucho sabor.

viernes, 4 de febrero de 2011

Everything is everything about Justice

Para Camilo, salsómano como pocos, por su cumpleaños.

Esta es la historia de un disco al que no se le ha dado la debida importancia.
Tú vas por ahí y le preguntas a cualquier medioconocedor del tema -que los hay bastantes- si sabe del álbum Justicia / Justice, de ·Eddie Palmieri·, y es muy probable que se te quede viendo a la cara, dudando ando. Al rato dirá, con los ojos medio cerrados, "¿no es uno con la carátula blanca?, no estoy muy seguro".
Y poco más.
Y mira que es una grabación que se me antoja trascendental, no solo porque refleja el espíritu del año en que fue realizada, 1969 (con Woodstock, el peace & love, la marihuana, los derechos civiles, la experimentación sonora, el flower power, la llegada del hombre a la luna, el amor libre y el yo-arrimo-el-hombro-por-un-mundo-mejor,-y-tu?), sino porque marca también un punto de inflexión en la misma trayectoria de Eddie.
Palmieri, en mitad del montuno                    (Carlos Hernández)
Veamos: en 1968, por problemas personales y creativos, Palmieri decidía disolver su orquesta La Perfecta y producía un disco desigual, Champagne, que, además de incluir algún número genial aunque entreverado a martillazos con uno que otro boogaloo, había tenido que ser cantado en dos partes, ya que Cheo Feliciano, inmerso en aquel momento en esa cosa tan hermosa llamada heroína, e Ismael Quintana tuvo que completar ese disco.

jueves, 3 de febrero de 2011

Somos todos para uno envolviéndose en un todo (¿?)

En 1977, cuando ya el monopolio Fania causaba estragos en el ambiente musical del Caribe y el boom de la salsa comenzaba a mostrar signos de cansancio, un grupo de artistas de Puerto Rico decidió hacer la contraparte a la Fania All Stars. De la mano del productor Frankie Gregory, se reunieron para alinear su selección de "jugadores", hacer buena música y, de paso, rendirle tributo a la isla. Que en eso los portorros, como los cubanos, son muy dados.
Son variados los motivos que provocaron estos acontecimientos. Resumo para no aburrir: aquella empresa de discos que a comienzos de esa década estaba grabando una música fenomenal, había logrado reunir a sus propias estrellas que daban conciertos de altísima factura y viajaba por todo el mundo, estaba ahora inmersa en una política de "internacionalización" junto con CBS Columbia, la del ojito que camina. Esta decisión trajo como resultado la producción de varios discos "crossover" (Delicate and Jumpy, Rhythm Machine, Spanish Fever y Cross Over, entre otros) malazos, de escasísimo valor, que ni eran ni chicha ni limoná, que no gustaron al público latino ni al otro. A esto hay que sumar las prácticas monopólicas y casi mafiosas, que impedían que en muchas emisoras de radio -sobre todo en Nueva York- se pudiesen radiar canciones que no perteneciesen a los múltiples sellos que estaban bajo el paraguas de Fania Records. El poder de la empresa, ya totalmente controlada por Jerry Masucci, era tal que algunos artistas, como los Hermanos Lebrón, llegaron a grabar discos para cumplir su contrato, pero estos nunca llegaron a ser dados a conocer.
El gran Andy Montañez, muchos años después
Las prácticas de Masucci, adorado por algunos y denostado por otros, contribuyeron a crear un gran descontento en muchos músicos, que se sentían maltratados por las arbitrariedades de la empresa. Por lo tanto, reunir en otro ámbito y fuera de las garras fanianas a un grupo de músicos de altísimo standing terminó siendo una demostración de principios, muy aplaudida en su momento... aunque hoy en día no pase del todo la prueba de los años.
César Miguel Rondón habla maravillas del primer disco de la ·Puerto Rico All Stars·. Pero no hay que olvidar que El libro de la salsa fue escrito en el fragor del boom, y Rondón -que tampoco veía con buenos ojos lo que estaba ocurriendo en Nueva York- apoyaría, como de hecho hizo, cualquier iniciativa que rompiese con los férreos lineamientos que venían de la gran manzana.
¿Por qué digo esto? Porque el primer disco de la PRAS, aunque incluye a una batería de músicos de enorme calibre, como es el caso de Papo Lucca en el piano, Endel Dueño en los timbales, Manolito González en los bongós, Tony Sánchez en la batería, Polito Huertas en el bajo, Eladio Pérez en la conga, Juan Torres, Mario Ortiz y Elías Lopes en las trompetas, Aldo Torres, Rafi Torres y Gunda Merced en los trombones, y cuatro cantantes de altísima factura: Andy Montañez, Paquito Guzmán, Luigi Texidor y Marvin Santiago, es un disco que -a mi parecer- no acusa muy bien el paso del tiempo.
Aquellos arreglos que hace 34 años podrían sonar novedosos -aunque le debían mucho a Tito Puente y aquellos sonidos tan altisonantes que grabaron muchos en Tico Records durante los años 60- no han envejecido muy bien que digamos; esos efectos especiales en Los tambores, logrados mediante la aceleración de las cintas de media pulgada en los legendarios grabadores Revox, pudieron haber sido rompedores en aquella época, pero hoy en día poco tienen que ver con el tumbao que suena detrás de ellos.
El mejor ejemplo de lo que digo es la canción Reunión en la cima. Compuesta por Tite Curet Alonso especialmente para la ocasión, comienza con un arreglo de big band que, con toda seguridad, ha sido obviado por todas las personas que escucharon la canción, o la radiaron en las emisoras, porque está un tanto fuera de lugar. 
La letra, que quiere ser una declaración de intenciones, termina siendo un galimatías de difícil comprensión que provoca sonrisas (o risas), más aún cuando trata al imprescindible bailador como un elemento (al menos que estemos hablando de otro elemento, que nunca se sabe). Y esto es extraño, porque el Tite es uno de los mejores compositores de todos los tiempos.  A lo mejor fue que lo agarraron con la musas de vacaciones, o estaba más ocupado componiendo para su amigo Jerry (porque Tite siempre habló maravillas del dueño de Fania). 
Si piensan que estoy de joda, lean: 

Hablo con el corazón
evidentemente
hay reunión en la cima
en la cima hay reunión.
Somos todos para uno
envolviéndose en un todo
con el deseo de expresar con humildad
que sin mucho liderato
y sin bombo ni platillo
el sistema sencillo
de cantar y de tocar
Al elemento se puede poner a gozar
Ay, al elemento que se puede poner a gozar. 

¿Que hay críticas a la forma como eran tratados los músicos en Nueva York? Sin duda: en el montuno, Montañez se vanagloria de que aquí, por fin, "no hay apellidos con ucci ni curucci ni susucci". Poco le faltó para decir el apellido y soltar, a continuación, el número de seguridad social del capitoste.
¿Que hay temazos en el disco? ¡Pero claro!: Canto a Borinquén tiene una cadencia que obliga a bailar y un solo de piano del enormísimo Lucca que le puede volar a uno los tapones; y Changüirí alberga un juego de bongós de González que es para alucinar en estéreo. Pero la factura general del disco, por sí sola, dista mucho de convertirse en un clásico. Es más importante, finalmente, la postura política y su posicionamiento ante una realidad que, como músicos, estaban sufriendo, que la calidad musical inmersa en los surcos.


(malas noticias para los que me leen en Europa: el disco no está en Spotify)
(bad news para los que me leen en Estados Unidos: tampoco aparece en Rhapsody)
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...