martes, 22 de febrero de 2011

Tito Puente swings · The exciting Lupe sings. ¡Ahí namá!

Lupe Yolí Raymond, ataviada                        (Foto: Fersan)
Este no es un disco cualquiera. Es un discazo. Una de esas conjunciones maravillosas que se dan cada cierto tiempo gracias a la Casualidad, así con mayúsculas. Porque hay que avisar de antemano que la primera vez que ·Tito Puente· escuchó a ese fenómeno eléctrico llamado ·La Lupe·, cuando ella todavía participaba en el grupo de Mongo Santamaría, aseguró no estar para nada interesado en su estilo. Ella le llamaba soul, pero yo le llamaba gritería, dijo el timbalero en 1972 a la revista Rolling Stone, en referencia a los quejidos que soltaba en mitad del escenario mientras Mongo afrontaba los cueros. Entonces, escuché un día uno de sus discos y me impresionó. Pensé que sería bueno tratar de trabajar con ella y ver si la podía desarrollar.
Groovy, baby. Groovy.
Fue en 1965 cuando se publicó Tito Puente swings · The exciting Lupe sings, una colección de 12 temas en diferentes estilos, con ese sonido big band -el Palladium de la calle 52 todavía estaba abierto- que Puente trató de mantener contra viento y marea, a pesar de que el cambio de ciclo musical estaba apuntando hacia lo que luego conoceríamos como salsa. Esa variedad de estilos, uno de los sellos fundamentales del álbum, fue también la prueba de que esta mujer te canta genialmente lo que le pongas enfrente. Porque La Lupe suena fenomenal cuando está respaldada por una orquesta y unos arreglos fenomenales. Y porque ella es el estilo.
Toda esa fastuosidad casi decadente luce aquí con una potencia inusitada. La guaracha que abre el álbum, Todo, es una declaración de intenciones: el chorro de voz logra superar la orquesta de más de doce músicos con unos arreglos de trompetas y saxofones alucinantes. A continuación aparece Yo no lloro más, de Myrta Silva, un son montuno que cuenta un desplante amoroso al que ella agregó algunos fraseos e interjecciones en el montuno: oye niño, ¿me estás diciendo que te vas? Pues agarra los tres trapitos y vete. Good bye, babe!, que marcan una de sus particularidades más divertidas. Las letras con doble sentido son otra de las marcas de la casa, como por ejemplo Menéalo, que tiene el azúcar bajo. Y también una sorprendente versión del joropo Homenaje a Juan Vicente del gran Billo Frómeta, un guiño a Caracas que desde los años 50 tenía los carnavales más importante del Caribe (hasta que el entonces gobernador Diego Arria los prohibiese a mediados de los 70).

Un bolero moruno con zetas y todo que termina en rumba cubana, María Dolores (popularizado previamente por Sara Montiel), inicia el largo romance que tuvo La Yi Yi Yi con el flamenco, manifestado en decenas de grabaciones de clásicos del género. La bossanova Junto a ti demuestra la creciente influencia de este estilo brasileño, impuesto por las compañías discográficas cuando la fuente musical cubana fue bloqueada políticamente; y un canto yoruba, Elube Changó, también característico de su cancionero.

Pero el tema que mostró la verdadera faceta de La Lupe, dando inicio a la idolatría que comenzó a sentirse por ella y que contribuyó a producir doce discos más en apenas 5 años, fue Qué te pedí, un bolero magnífico de Gabriel Luna de la Fuente y Fernando Mullens. El canto, directo, el fraseo bien dicho y los gemidos entre estrofa y estrofa marcaron un nuevo rumbo para este estilo:


Qué te pedí que no fuera leal comprensión
Que supieras que no hay en la vida otro amor
Como mi amor.
Qué no te di que pudiera en tus manos poner
Y aunque quise robarme la luz para ti
No pudo ser.
Hoy me pides tú las estrellas y el sol
no soy un dios
Así como soy yo te ofrezco mi amor
no tengo más.
Pide lo que yo pueda darte
No me importa entregarme a ti sin condición.
Pero qué te pedí, tú lo puedes al mundo decir
Que supieras que no hay en la vida otro amor
Como mi amor.
       
Testigos de la época cuentan que la dinámica entre Tito Puente y La Lupe no era nada sencilla. Mucho menos grabar los cuatro discos que hicieron juntos entre 1965 y 1967: ella tenía la capacidad de poner ¡Soy yo!, decía. No en balde, aseguraba que su estilo gustaba a la gente porque ella hacía lo que los demás querían hacer, pero no lo hacen porque no son libres. Curiosa filosofía.
de los nervios a todo el mundo en el estudio de grabación, y ninguna de las tomas era parecida a la anterior. Puente no dejaba de regañarle cuando hacía ruidos extraños, y ella se le reviraba. 
El punto es que su llegada triunfal a la música, gracias a este disco que vendió más de 500 mil copias en pocas semanas, fue un motivo para la segunda mitad de los año 60. César Miguel Rondón aseguró en el Libro de la salsa que con la aparición en escena de esta cantante las big bands se aproximaron al barrio, y su sola voz sirvió de puente entre un estilo que estaba caducando y el sonido que definiría la música latina de los años 70.
Aunque en realidad ella solo quisiese cantar soul porque me gusta. ¡Cantaría en China siempre y cuando la gente tenga soul.
¡Ahí namá!

2 comentarios :

  1. La Lupe es la Lupe...pero sabes cuál de todas sus canciones es la que más me divierte...la de La Lloradora...es un vacilón de principio a fin...

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  2. Es que es verdad que ella hacía lo que los demás querían hacer, pero no lo hacían porque no eran libres. Grande La Lupe, y otro post magnífico que he disfrutado mucho.

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