jueves, 14 de agosto de 2014

Eres El Diario La Prensa / Radio bemba, radio bemba

Decían que no llegaba, y aquí llegó

Aunque lacónica, esta dedicatoria que dejó Héctor Lavoe en la contratapa de su segundo disco como solista: Special thanks to Willie Colón and Jerry Masucci for being so patient (Gracias especiales a Willie Colón y Jerry Masucci por ser tan pacientes), es tal vez el mejor reflejo de la dura lucha que significó para Fania Records, y también para el propio Willie, confrontar los demonios del cantante y su devaneo con los narcóticos que casi se llevan por delante su carrera como artista. El éxito de La Voz, su primer álbum, había sido demoledor. Le hizo recibir varios galardones, entre ellos los premios de la revista Latin New York al mejor vocalista y mejor conjunto de la ciudad, y eso puso su nombre en el altar de los dioses de la salsa. Pero todo yin tiene su yang: la consagración le vino tan de repente que terminó sepultando al artista bajo una montaña de compromisos y responsabilidades. Recuerden además que ahora él era su propio jefe y, por si fuera poco, director de una banda de 10 músicos.
Ante todo esto Héctor tenía dos opciones: centrarse en el negocio o simplemente evadirse del asunto. Y optó progresivamente por lo segundo. Al final su persona terminó profundizando esa tendencia a la irresponsabilidad que le impedía llegar a tiempo (o no llegar del todo) a conciertos y otros compromisos. Ni hablar de las grabaciones: la última vez que había entrado a un estudio para hacer un disco suyo fue a finales de 1974... y ya estaban en 1976.
Héctor Lavoe durante un concierto. Por la pinta, podría ser el del Madison Square Garden, 1977
Por eso daba las gracias. Por haber tenido tanta paciencia con él.
Después de esa larga pausa, y cuando ya Masucci tenía los rizos de punta, Héctor iría –por fin– a los míticos Bell Sound Studios de Nueva York para grabar el nuevo trabajo, titulado De ti depende (It's u
Up to You) y cumplir sus compromisos con Fania Records. Con la producción a cargo de Willie Colón, que también se encargaba de mantener atado en corto a Lavoe –no fuera a perdérsele de vista–, las sesiones terminaron saliendo, no sin algunas dificultades. Esas que ustedes pueden imaginar, como llegar tarde al llamado, y hacerlo a veces en condiciones deplorables. Menos mal que su orquesta, heredada de Willie, se mantenía unida y coordinada, ostentando en ese entonces una calidad sonora muy elevada. Para esta grabación se contó con la presencia de José Mangual Jr en los bongós y la percusión, Milton Cardona en las congas, el profesor Joe Torres en el piano, Angel papo Vásquez y Harry de Aguiar en los trombones, Ray Feliciano en la trompeta, Yomo Toro en la guitarra y Santi González en el bajo. En los coros cantaron Mangual Jr, Colón y Rubén Blades.
Jon Fausty sería el ingeniero de grabación.
Dada la confianza mostrada por Fania de que este nuevo álbum iba a ser un éxito se decidió no escatimar en gastos, incluir un ensemble de cuerdas para darle una personalidad más refinada a algunos de los temas y contar con la colaboración de varios de los mejores arreglistas de la ciudad. Su imagen también sería cuidadosamente estudiada, aunque esos trajes con camisas de grandes solapas y anillos de oro serían de la exclusiva autoría de Lavoe, quien siempre tuvo claro qué le gustaba llevar y qué no. La foto que ilustra la tapa muestra a un Héctor bastante relajado, cómodo ante el fotógrafo. Pero cuando se escudriñan sus ojos uno nota de inmediato que la procesión iba por dentro.
 Como bien lo definió el periodista colombiano José Arteaga, se trata de un disco de amor, pues todos los temas de una u otra forma reflejan las distintas etapas del trance amoroso. Esto formaba parte del gusto propio de Lavoe, así como de la estrategia del sello de convertir al cantante en un nuevo crooner latino para llamar la atención del público femenino, más proclive a la balada romántica y al fraseo sentimental. Sin menoscabo, por supuesto, de su capacidad para llenar las pistas de bailes y los conciertos.

Esta doble pericia resalta desde el comienzo mismo del LP, que abre con el cover de un éxito del malogrado intérprete y compositor venezolano Perucho Torcat, Voy a reír un poco, que había grabado con músicos de las orquestas de Eddie Palmieri y Ray Barretto a finales de 1969, bajo la dirección de Ray Pérez. El tema, un guaguancó compuesto aparentemente por Ricardo Quintero (aunque el disco dice que fue autoría del propio Perucho), fue traducido a guaracha con ciertos cambios armónicos que buscaban acentuar el eco de barrio, más agudo y revirado. Y Héctor, que ya tenía su cierta fama dentro del mundillo artístico, usó esta canción para responder a las aviesas murmuraciones que sentía por aquí, y por allá. Por eso pluralizó el verbo y la tituló Vamos a reír un poco

Esa risa no es de loco
se están riendo de mí
Me dicen que yo estoy loco
pero se están cayendo de un coco
porque de mí no pueden reír

Lo que les pasa es que sin mi saoco
no pueden vivir
porque yo canto, bailo, toco un poco
y me sé sacudir

Vamos a reír un poco

Y fue un éxito grande, potente, que hizo que el disco fuese radiado de inmediato en las mejores emisoras latinas de la región. Lavoe no tuvo empacho en entonar los versos un poco a la manera de Vicentico Valdés, cerrando un tanto la boca cuando había que alargar las vocales; parte del pitorreo subyacente en la canción, suponemos. El solo de piano de Torres en el montuno es más que solvente.
Amante que fue siempre de los boleros (alguien debería hacer un día un estudio serio sobre por qué tantos soneros en el fondo lo que quieren es cantar boleros), Lavoe incluyó a continuación otro cover, esta vez de un tema interpretado en 1967 por Felipe Pirela, otro genio malogrado. El bolero da nombre al disco y tiene un arreglo acertado de José Febles, que respetó la virtuosidad original de las guitarras (en esta ocasión, la del siempre impresionante Yomo Toro) sin restarle foco al malabarismo sonoro de los metales

Enamorado estoy de un imposible
confunde mi pensar la vana espera
Voy viviendo de ilusión y fantasía
esperando un amor que nunca llega

Ampárame, señor, por qué me dejas
que yo siga insistiendo en su cariño
si sabes a conciencia que es absurdo
y que jamás yo lograré tenerla

Tú que tienes poder, sé complaciente
y ayúdame a olvidarla, te lo ruego
En tus manos yo pongo mi dilema
de ti depende si me salvo o si me pierdo

De ti depende, Dios,
de ti depende

De ti depende es de Miguel Angel Amadeo, un compositor y guitarrista boricua que hacía vida en Nueva York desde los años 50. Y fue popularizado por Felipe Pirela en 1967. Lavoe hace así un homenaje a uno de sus cantantes favoritos.
Y luego, bueno... luego comienza a sonar, así como si nada, una de las canciones más importantes de toda la expresión salsera, esa tonada llamada Periódico de ayer. Un hito de su compositor, Tite Curet Alonso, un hito de su arreglista, Willie Colón, y un hito para el propio Lavoe, que mostraba aquí su mayor éxito y lograba por primera vez conectar totalmente con su público. Tengo la impresión que después de este triunfo su vida ya no fue igual

Tu amor es un periódico de ayer
que nadie más procura ya leer
Sensacional cuando salió en la madrugada
a mediodía ya noticia confirmada
Y en la tarde, materia olvidada
Tú amor es un periódico de ayer...

Fue titular que alcanzó página entera
por eso ya te conocen donde quiera
Tu nombre ha sido un recorte que guardé
y en el álbum del olvido lo pegué

Tu amor es un periódico de ayer 
que nadie más procura ya leer
El comentario que nació en la madrugada
y fuimos ambos la noticia propagada
Y en la tarde, materia olvidada
                               Tu amor es un periódico de ayer.

                            Y para qué leer un periódico de ayer

La letra: urgente, hiriente, escrita con contundencia, caló inmediatamente entre los melómanos y es una de esas canciones que se debe cantar mientras se baila. El arreglo: pomposo, sofisticado, fue idea del propio Willie, quien en sus propias palabras quiso llevar la salsa a los salones serios, a los salones de terciopelo, a un sitio rabiblanco, en obvia referencia al uso de los fracs en los teatros donde solo se escucha música clásica. Aunque no fue el primero en hacer experimentaciones con agrupaciones de cuerdas, si las cargó de un carácter sinfónico como no se había escuchado antes en la expresión salsera. El momento en que las progresiones melódicas y rítmicas de los metales (primeros los trombones, y luego la trompeta) se entrelazan con los acordes netamente melódicos de las cuerdas, en una especie de moña irrefrenable, es de lo mejor que se puede escuchar en esta clase de música. Lo curioso es que esa búsqueda de exquisitez sonora fue recibida de buena gana por el público, porque debajo de todo ese lujo seguía vibrando la misma malicia que Willie Colón ha aportado al género desde sus primeros escarceos con su banda de adolescentes diez años atrás. Prueba de esto es que la guaracha, en ningún momento, carece de la intención necesaria para romper el baile.
Mención aparte merece el montuno que soltó Lavoe. Cuenta la leyenda que Jéctor se había presentado a grabar aquel día después de una noche (o dos) de juerga. Y que, en vez de seguir las indicaciones que el compositor suele aportar para que las improvisaciones tengan mayor efectividad, decidió irse por libre y soltar lo primero que se le apareciese en la mente, tuviese lo dicho mayor o menor fortuna. En este caso, el desplante amoroso se saldó con versos cargados de machismo, aunque algunas líneas sean memorables, como la que da título a esta crónica. El hecho es que el soneo de Lavoe conseguía transmitir las peculiaridades de su público, y por eso la comunicación era tan notoria. A fin de cuentas, de él se hablaba todo el rato en El Diario La Prensa de Nueva York, y estaba en boca de todos.
                                             Sonrisa y anillos de oro                        (Lee Marshall)
Pero sigamos. Consejo de oro es un tango que fue compuesto por Armando y Arquímedes Arci, y grabado por primera vez en 1933 de la mano de Agustín Magaldi. Parece ser la típica canción de rock-ola cantada por sus progenitores, que quedaría grabada en su inconsciente hasta volverla a traer a la vida, esta vez en una versión que contiene una orquestación depurada y precisa, gracias al lúcido arreglo que escribió Louie Ramírez en ritmo de bolero-chá. El amor a la madre, desaparecida en su temprana niñez, parece mostrarse aquí de manera rotunda.
Tanto como ayer, la balada que viene a continuación, buscaba abrirle a Héctor el paso a otros públicos, al fusionar pop con bossa nova, Fender Rhodes con cuerdas, arreglos preciosistas y reverberaciones. Un fondo sonoro, unos violines, en fin, que habrían sido del agrado de La Lupe y una letra que tal vez hubiese resultado mejor acompañarla con un fondo de bolero.
Y, seguidamente, otro hitazo del disco, como fue Hacha y machete. La letra, muy a lo quítame la paja que tengo en el hombro, ha simbolizado para varios críticos y conocedores del género una especie de declaración de intenciones de Willie y Héctor, ese matrimonio musical que duró -con sus altibajos- 20 años continuos. Y seguramente piensan así porque Willie hace la segunda voz en algunos versos, como verán más adelante

Seguro, firme y decidido
buscando una mejor sonoridad
Arropamos el sabor con el ritmo
dándole vida a este conjunto musical

Unidos en una sola pieza
modernos los rumberos nos vamos a tocar
Rechazando a aquel que nos combata
y respetando a quien nos sepa respetar

P'alante, alta la frente
de frente vamos a demostrar
   (entra Willie)  Que lo nuestro no fue un golpe de suerte
somos hacha y machete y esta es la verdad

P'alante, alta la frente
de frente vamos a demostrar
   (sale Willie)  Que lo nuestro  no fue un golpe de suerte
somos hacha y machete y esta es la verdad

Fuerte, fuerte
Hacha y machete

Declaración o no de intenciones, el tema había sido compuesto e interpretado dos años atrás por una orquesta de Miami que tuvo escasa fortuna, Creación 75, aunque ese LP, publicado por Velvet Records y titulado Quién es quién, ahora sea considerado un disco de culto. Lavoe los conoció durante una gira a esa ciudad un año atrás y tanto le gustó la canción que terminó adoptándola a su propio repertorio. El arreglo de Edwin Rodríguez difiere un poco del original y le otorga más afinque al ritmo, y cuenta una de las moñas más potentes de todo el álbum.
La guaracha Felices horas, compuesta por Luis Pérez*, tiene varios acentos del carácter musical puertorriqueño, muy del agrado del cantante, y una letra empalagosa con improvisaciones del tipo: si Dios un día cegara toda fuente de luz, el universo se alumbraría con esos ojos lindos que tienes tú. Y da cierre al disco otro tema fundamental de la música caribeña: Mentira, Salomé, un viejísimo son de Ignacio Piñeiro que fuera popularizado en los años 60 por la mexicana Toña la Negra (quien lo grabara de nuevo en 1974, esta vez con la Sonora Matancera). Este nuevo cover de un clásico cubano, con algunos retoques, fue realizado por Lavoe con total soltura pues el arreglo de Willie Colón, que mezcla chachachá con danzón para luego dar paso a un extenso montuno, le permitió demostrar al ponceño sus facultades interpretativas. Bajo el simple título Mentira este disco aporta otra grabación que terminaría imprescindible para el genero

Salomé no está llorando
los martirios de tus penas
Es mentira
Nunca ha sido mujer buena
con humano corazón

Mujer falacia, impostora de caricias
tu beso es virus que al alma envenena
sobre tus ansias un corazón de piedra
con las maldades que encierra la codicia

Mentira

Aunque de esto se ha escrito hasta la saciedad, es bueno recordar que cuando el disco salió a la venta un periodista venezolano, con sobrada aversión a la salsa, masculló lo repetitiva y mediocre que era su música pues, al contar las ochenta y cuatro –¡84!– veces que el coro repetía la palabra Mentira, era más que obvio que el carácter superficial de la salsa dejaba entrever un género ausente de arte y de sentido musical. El "periodista" ignoraba, claro está, que el coro se repetía incesantemente para servir de apoyo a la denuncia que traía consigo la letra y marcarle el ritmo, además, a un largo y estupendo solo de congas de Cardona. El fablistán dejaba clara su ignorancia ante un hecho que esta vez sí era obvio: el coro forma también parte del arreglo musical, es un instrumento más de la orquesta y también se utiliza como efecto que enriquece el tejido sonoro de la canción. Más aún aquellas destinadas al baile, que necesitan aportar esa sensación de hipnotismo que ayude al bailador a concentrarse en la danza y no  apartarse de la pista.

Dijo en una ocasión el pianista y director musical de la orquesta de Lavoe, Gilberto pulpo Colón, que si con Rompe Saragüey Héctor había logrado unos niveles de reconocimiento altísimos, con Periódico de ayer alcanzaría un nivel todavía mayor. Estaba en la estratósfera, vamos. Que de repente se tornó en alguien inalcanzable, en una especie de tótem. El era el más pegao, nadie podía seguir su ritmo... y  más vicioso estaba. Y más irresponsable estaba, dijo de él.
De ti depende lo lanzó a la consagración, es cierto. Fue su acceso al altar. Pero también contribuyó a que su persona cayese en la espiral profunda del desenfreno, y eso hizo que al año siguiente -tal y como hablamos en este otro post de Akángana- tuviese una gravísima crisis de salud que lo apartó durante varios meses de los escenarios y casi dio al traste con su carrera musical.
Ese éxito rotundo que fue Periódico de ayer tiende a confundir un poco a los críticos, que consideran que éste es el mejor álbum del cantante. Como razones aducen que musicalmente hablando es excelso, y que contiene temas que se convirtieron de inmediato en clásico adorados por el público. Y tienen razón. Pero no olvidemos que la mayoría de los temas son versiones ya interpretadas por otros artistas; apenas dos de los tracks eran inéditos hasta que fueron grabados aquí. Y, a efectos de la historia, no creo que un disco compuesto básicamente por covers deba ser considerado el mejor en la trayectoria de un artista de la talla de Héctor. Aunque todo es posible.
Una cosa sí parece ser cierta: la calidad de la performance y de la voz contenidas aquí no volvería a escucharse en sus posteriores grabaciones. Cuando Héctor regresó de su retiro forzoso a finales de 1977 su canto ya no sería el mismo: su picardía trocaría amarga, ya no se volvería a sentir ese punto de inocencia en su personalidad. El pregón sería diferente, más auto complaciente quizás. Aunque eso al público poco le importara.

Blame the heroin.


*Nos escribe un lector para confirmarnos amablemente que Luis Pérez, el autor de Felices horas, es el padre del propio Lavoe. Y es aquí cuando uno entiende más el acento boricua del tema, su inclusión en el álbum y el homenaje que le profesó al cantar una de sus composiciones. Luis Pérez se había negado rotundamente a que Héctor se marchara de Puerto Rico para buscarse la vida en Nueva York; la muerte de su hijo mayor en esa ciudad le hacía temer que su otro vástago corriese con igual fortuna. Revirado, Héctor hizo caso omiso a los deseos del padre, causando una ruptura en la relación que duró varios años. Tal vez -no tengo pruebas- la inclusión de esta canción fue una prueba de amor y, acaso también, una demostración de valía. Una especie de: mira, papá, soy tan exitoso que hasta puedo incluir una canción tuya en uno de mis discos.
El pregón que incluyo como ejemplo del tono dulzón del tema fue sacado de un poema titulado Ojos astrales, del poeta puertorriqueño José P.H. Hernández. Leer a Hérnandez es casi como entonar los versos del nicaragüense Rubén Darío: ambos comparten ese tono romántico que a veces se acerca al corredor que conduce a los salones de la cursilería.
Aunque esto es, por supuesto, una opinión personal.
________________________ 

Quería además retornar el caso del periodista contador de mentiras con una pequeña reflexión que se me ha ocurrido mientras buscaba videos en Youtube para añadir al texto. He encontrado cantidad de grabaciones en vivo de varios programas de TV en los que Lavoe estuvo presente. Fue a partir de 1976 cuando la salsa comenzó a ser "invitada" masivamente a participar en shows de variedades o emisiones de entretenimiento. Antes de ese año existía una especie de veto no escrito, motivado principalmente por lo mismos motivos que esgrimía ese periodista al hablar de Mentira: la salsa era un arte menor, destinado a públicos de bajo estrato social y, por ende, no merecía mayor respeto ni consideración.
Hasta que, claro, empezaron a darse cuenta de que esa música también vendía, y vendía porque ese público también compraba.
Fue en ese momento cuando se abrieron las puertas. Hasta hoy.

Y para los que no estaban enterados, El Diario La Prensa no es un invento de Lavoe sino un medio de comunicación real. Para ser más concretos, en ese tiempo era el único periódico latino de la ciudad, fruto de la fusión de dos medios, uno creado en 1913 y el otro en 1947. A día de hoy mantiene solo la denominación El Diario y puede ser consultado aquí: www.eldiariony.com


9 comentarios :

  1. Los soneos son como dardos, puntualizan mensajes. Como los versos de El Quijote. Resumen determinado momento en la vida del artista. Son también musica que nos retumba y nos canta cada vez cosas diferentes. Es el genio que va más allá del propio Héctor. Gracias por la entrada.

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  2. En mi opinión es un clásico de la salsa. Aquí en P.R. hace unos cuantos años el periódico Primera Hora lo incluyó entre los mejores 100 discos incluyendo La Voz y Comedia. Aunque después de éstos discos, uno de navidad en 1979 y un homenaje a Felipe Pirela, después de ahí como que empezó a decaer , inclusive una observación el disco Strikes Back la foto de la portada es una foto vieja, parece que en ese momento había a empezado a decaer físicamente. En fin, muy buen blog, saludos.

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  3. Saludos, Juan Ignacio, desde Tampa, FL. Primeramente, tengo que felicitarte por este blog, ya que es un oasis de información y sabrosura para aquellos que gozamos de la música afroantillana y de todas las historias y factores alrededor de su formación y desarrollo. Te hago dos observaciones: 1) El tema "Felices horas", como bien mencionaste, es composición de Luis Pérez. Sin embargo, creo que es importante resaltar que ese Luis Pérez es nada más y nada menos que el padre de Lavoe. Creo que es la única vez en la carrera de Lavoe en que esto sucede. 2) La improvisación a la que haces referencia (Si Dios un día cegara...) no es inspiración de Lavoe, sino un verso de una poema puertorriqueño de principios de siglo XX llamado "Ojos astrales", de la autoría de José "P.H." Hernández. ¡Saludos nuevamente!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por esa información, la agregaré al texto en una nota.

      Saludos cordiales.

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  4. Gracias por permitirme participar... que buen blog...buena información, seria, profesional,certera y precisa...disfruto mucho el trabajo expuesto...felicitaciones a quienes lo hacen..

    Argenis Heredia, Isla de Margarita , Venezuela...

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  5. Extraordinaria forma de escribir, te felicito por tan buena redacción, Hector Lavoe está mas allá del bien y del mal para nosotros sus fanáticos, no sabía que Felices Horas lo había escrito su padre, hermosa canción no tan difundida por estos lares, excelentes discos, La Voz y De ti depende ....me da nostalgia saber que ya no saldrán esas producciones ya no habrá otro Hector ni cubanos inspirando a las nuevas generaciones, la música latina nunca será bla misma......saludos desde el Callao Peru

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