viernes, 29 de noviembre de 2013

Aquel disco de las canciones con letras muy largas –2–

(para leer la primera parte de esta reseña, haz click aquí)

Cuando salió publicado a finales de 1978, nadie creyó que el impacto de Siembra sería tan tremendo.
Rubén Blades, con cara angelical, en La Tierra Sound Studios 
Que tendría tal contundencia. Que en menos de un año se venderían un millón de unidades, esa cifra astronómica.
Contra todo pronóstico el disco era solicitado a todas las emisoras de radio. Y cuando éstas acortaban las canciones -Pedro Navaja mide 7:22, Plástico dura 6:40- para encajarlas en la rejilla de programación -que solo acepta temas de hasta cuatro minutos y medio-, la gente llamaba a los locutores para decirles: mira, niño, no me cortes la canción. Me la pones completa.
Los cortes incluidos en el álbum, además, rompían con la lógica que imperaba en las emisoras latinas, que ponían melodías destinadas al baile o a la balada. Ahora se sentían obligadas a radiar números con letras que hablaban de libertad, educación y orgullo social, con matices que ponían los pelos de punta a los dueños de muchas de esas estaciones. Y también a Jerry Masucci, dueño de Fania Records, aunque él pronto comprendió que si intervenía podría matar a la gallina de los huevos de oro: el álbum de Willie y Rubén fue el mayor vendedor de copias del sello en un momento en que las ventas comenzaban a caer en picado. El público, cansado de escuchar una salsa que no tomaba riesgos, con discos auto complacientes que se repetían, le estaba dando la espalda a la industria y el boom de la salsa parecía estar casi completamente agotado.
Dicen algunos estudiosos de la música latina urbana que Siembra marcó el inicio de algo que en su momento llegó a llamarse -pomposamente- salsa consciente: aquella que iba más allá del hecho bailable, inherente en la música antillana, para convertirse en un vehículo con el que se hacía llegar al oyente (aquí el término bailador resultaba insuficiente) mensajes sociales de tono político, que le ayudasen a ver de otra forma su realidad y señalar qué aspectos de ella podrían -o deberían- movilizarse. Esa realidad antes mentada es el panorama cargado de pobreza, carestía y anomia de los barrios marginados de América Latina, todos ellos con esa rabiosa tendencia a parecerse. Y, dentro de ellos, la falta de orgullo y la carencia de justicia colectiva, necesarios para que estos espacios urbanos cambien sus dinámicas cotidianas y comiencen a participar más activamente de la vida ciudadana.
El investigador y periodista venezolano Leopoldo Tablante aporta otro concepto afín al referirse a esta salsa con contenido. En este caso, habla de la intención del cantante: el sonero consciente quiere salir de la atmósfera cerrada del barrio latino para vincular la miseria de este espacio social con situaciones de conflicto internacional (sobre todo en Centroamérica). En fin, quiere universalizar las razones de la pobreza del público principal de la salsa.

Willie y Rubén: Dime. 1979

El éxito de Siembra, sin embargo, también atrajo otro tipo de interpretaciones; aquellas que tachaban a Rubén de demagogo o fanfarrón. Escribió César Miguel Rondón en su libro de la salsa que hubo críticos en 1979 que empezaron a hablar 'de la salsa desvirtuada, convertida ahora en protesta', como si la salsa, por una suerte de designio fantasma, estuviera condenada a esas temáticas puestas de moda por la 'matancerización' donde se hacía exclusiva alusión a 'las mulatas que bailan en el solar', y a los amores traicioneros que ellas mismas dejaban después de la pasión. Para Rondón -y en eso yo estoy de acuerdo- la música popular es además una instantánea, un pulso de lo que está sucediendo en la comunidad, sea esta una calle, un barrio o un país. Por tanto, no hace más que cantar el cúmulo de situaciones que caracterizan a esa misma circunstancia.
Aunque es un reputado cronista, este tipo de narrativa no fue un invento de Rubén pues hay montones de antecedentes. ¿Qué es sino la Bruca Maniguá, compuesta y cantada por Arsenio Rodríguez en la prehistoria de la salsa? ¿O los trabalenguas que soltaban Monserrate y Efraín Rivera en los años 40 y 50, contando lo que ocurría en las huelgas de la maquila; esas plenas que no eran más que el periódico de los barrios de trabajadores de Puerto Rico? ¿O aquella parte nada desdeñable del cancionero de otro Rivera, Ismael, en donde la negritud y sus bemoles, la exclusión social y sus barreras, formaban parte de la cotidianidad?
Jimmy Delgado
 Sam Burtis              Goulven Guinel
Rubén sabía de esto y lo da a entender en una entrevista con Rondón, publicada en Caracas en 1979. Yo entiendo que se arme revuelo, total esa es mi intención. Pero tampoco la cosa es así como la han pintado por ahí: yo no he inventado el agua tibia ni nada por el estilo. La música, paralelamente al bonche y al amor, siempre ha estado en la política. Uno no puede separarse del mundo que uno vive, de la realidad que lo rodea a uno. Si yo hago música que llaman popular, pues entonces no me queda más remedio que tocar y trabajar los temas que le tocan al pueblo. Porque Blades, a diferencia de otros compositores o intérpretes de este tipo de canciones, había hecho la jugada de una forma consciente. Sabía a lo que iba. Rubén siempre ha sido una persona ambiciosa y, como dijimos en el pasado post, encontró en Siembra la oportunidad de plasmar todas las ideas que había estado trabajando como compositor desde hacía muchos años. Aquel era el momento.
Esta jugada, decía, agarró fuera de base a mucha gente, que quedó sorprendida cuando vio que ese intérprete de arte menor vendía más discos que nadie y -lo peor- decía cosas que otros no se atrevían ni a musitar. La dupla Rubén y Willie fue arrolladora. Como dijo José Mangual Jr. en una entrevista, Colón, como latino y como productor, estaba consciente de las intenciones de Rubén y por eso no perdió de vista el hecho de que todo el álbum también tenía que poner a sudar a la gente. Y como Rubén había compuesto las canciones, nadie mejor que él para interpretarlas. Eso las hizo más creíbles, logró que personajes como Pedro Navaja afloraran con naturalidad. Añade Blades, en una conversación que tuvo con un periodista norteamericano hace unos 20 años, que Willie creó los mecanismos para hacer que este concepto ocurriera, con su supervisión y sus consejos, con su presencia dinámica en los conciertos, y su banda, y su sonido. La combinación final resultó ser muy efectiva, pues lograron con ella romper muchas barreras mientras parían un sonido salsero más evolucionado.
José Rodrígues
Una de esas barreras -la más infranqueable hasta ese momento- había sido la social. Siembra fue el primer disco escuchado, coreado y reconocido como propio por la clase media y alta de muchas naciones del Caribe. Cuando venían a Venezuela, por ejemplo, no solo se encontraban en los conciertos con asistentes dispuestos a echar un pie sino, como escribimos ya, con cientos de personas que preferían cantar los temas junto con Colón y Blades a rendirse a la seducción del baile. Las emisoras pop-juvenil decidieron sumarse a la moda y comenzaron a programar sus canciones. Todo el mundo las pedía.
Las ventas, por supuesto, se catapultaron.
Aunque la sofisticación de Siembra sirvió para ampliar mercados, musicalmente hablando resultó un poco decepcionante para algunas personas del ambiente, que esperaban de nuevo la misma potencia que Willie había mostrado en años anteriores. Mangual Jr. asegura que cuando volvió a los estudios a grabar los coros pudo escuchar con atención lo que decía Rubén. En ese momento comprendió el alcance que tenían esos mensajes y la sonoridad particular de los arreglos encargados por Willie. En cambio, Jimmy Delgado quedó desencantado cuando escuchó el disco porque la mezcla final carecía de la intensidad y potencia que yo recordaba haber sentido cuando fui parte de las sesiones de grabación. Sí, el ritmo parece haber sido domado intencionalmente para que Rubén pudiese resaltar, pero cuando uno escucha lo que hay detrás del incesante soneo del panameño descubre unos arreglos muy sofisticados, que pueden no tener el mismo arraigo sonoro de la salsa más ruda de Nueva York pero ofrecen en cambio una complejidad mayor sonora. Prueba de ello es el acento de los arreglos para los trombones, siempre tan eficaces; o lo oportunos que son los mambos para marcar el cambio de atmósfera en alguno de los temas. Aquí se nota, de nuevo, el afán experimentador de Willie.
Como la intención del mensaje era lo que mandaba, Willie y Rubén no tuvieron tanto éxito en Nueva York como otras bandas, más orientadas al baile. Los dueños de algunas salas se molestaban porque la gente no iba a bailar, sino a escuchar la música; y si no bailan no sudan y entonces compran menos tragos.
Pero cuando salían de la ciudad y viajaban a cualquier país de América Latina eran recibidos como reyes.

Es curioso, sin embargo, que un disco tan puntero no haya tenido repercusión en otros artistas, en otras grabaciones. La famosa salsa consciente de la que tantos investigadores hablan apenas se retrata en Siembra y en uno que otro álbum más. La mayor cúspide de la música afrolatina fue seguida, casi a continuación, por un abrupto descenso a la mediocridad de la salsa erótica. Respecto de esto, Mangual aventura alguna explicación: Rubén no tenía competencia en la ciudad. En términos de componer canciones con temática social, no había nadie que estuviese realmente dispuesto a tomar el testigo. El utilizó la música popular para darle marco a sus aspiraciones políticas y para que su mensaje tuviese un alcance más amplio. Pero luego las emisoras decidieron que no querían radiar más música que tuviese esos contenidos sociopolíticos. La situación no pudo extenderse por más tiempo y es por eso que Siembra ha quedado como un documento eterno de esa era.
Angel papo Vásquez
No hubo segundas partes (Maestra Vida entra en una categoría diferente) y poco después vino el tsunami del merengue y de esa salsa mala, acomodaticia. Rubén siguió grabando discos con intenciones parecidas, pero sin lograr el mismo impacto que había obtenido con Siembra. Y en eso hay que cargarle una parte de la responsabilidad a Pedro Navaja.
El personaje del malandro de barrio suele correr con buena suerte en el gusto de la gente. Es un antihéroe característico, y Pedro no podía ser la excepción. Convertida en himno, la gente la cantaba completa de la a a la zeta y sigue siendo programada con regularidad en toda América Latina. Está entre las 40 canciones que trazan la personalidad más genuina de Nueva York y ha dado pie a obras de teatro y multitud de ensayos e interpretaciones. Rubén le tuvo fe al personaje y el arreglo inteligente de Luis perico Ortiz, que va sumando instrumentos a medida que aumenta el tempo de la canción, se encargó del resto. Pedro Navaja contribuyó más que cualquier otra letra al reconocimiento de Rubén como un cantante de talla internacional. Y aunque el panameño tuvo la inteligencia de no quedarse encasillado allí y siguió evolucionando en su narrativa, le ha sido imposible parir otro relato que pudiese causar esos niveles de delirio.
Siembra también dejó al descubierto las artimañas de Jerry Masucci para quedarse con más dinero del debido. Una de ellas era declarar menos ventas de las reales. O no dar declaración alguna de cifras. Para qué. Cuando Blades le preguntó el número de discos vendidos, la cifra que dio el amo de todo el tinglado fue un escueto 50.000 copies. Y eso no se lo creía nadie, lo que dio inicio a una serie de conflictos legales, demandas y contrademandas (Blades exigía 500.000 dólares; Masucci pedía 200.000) que duraron años, enfriando la relación entre ellos y forzando nuevos trabajos que no pudieron alcanzar la calidad de los anteriores. The Last Fight es el mejor ejemplo.
Al final Rubén tuvo que grabar tres discos más para poder finalizar, asqueado, su contrato con Fania.
La gente suele referirse a esa etapa como la de las desavenencias. Pero Rubén ata en corto la definición. Desavenencias no son. En el caso de Fania, el no pagarle a los músicos lo que nos correspondía no es un asunto de 'una desavenencia': es que se quedaron con el fruto de nuestro trabajo. Vaya y pregúntele a la familia de Lavoe o de Ismael Rivera, para mencionar solo dos compañeros músicos, si están recibiendo regalías, cuánto le están pagando a la familia, si la familia es dueña de las canciones, o de los discos, y verá que responden. ¿Cómo es posible que un tipo que no canta, no compone, no ejecuta un instrumento, sea el que se beneficie del músico, compositor, intérprete que creó el éxito?
De hecho, Rubén fue uno de los pocos autores de la compañía que después de demandar a la empresa logró, mediante un acuerdo extrajudicial, recibir una buena parte del dinero que pedía originalmente, así como los derechos de autos sobre sus canciones. Que no es poco.

Este LP de Willie y Rubén fue una bendición para la música afrolatina. Una feliz conjunción de factores permitió que una obra de tan alta calidad lograse ser producida y lanzada al público sin ningún tipo de impedimento. Y tanto el mensaje como los mensajeros pudieron acceder a sectores de la sociedad que hasta ese momento eran opacos a la salsa. Abrió muchos caminos y contribuyó a que la música latina fuese escuchada con más respeto e interés por intérpretes de otros géneros. Ninguna otra grabación de Fania Records ha contribuido más a que la disquera de Jerry Masucci pueda comparar su influencia con la de Motown Records. El álbum demostró, además, que observar a los géneros populares como meras manifestaciones de baja cultura podía conllevar a un grave error de apreciación. Si el mensaje que se transmite es honesto, la gente se dará cuenta y lo recibirá de buena gana.
Siembra es ante todo una obra Política. Política con P mayúscula. A la distancia puede sonar idealista, pero hay que ponerse en los zapatos de Rubén y Willie (y ponérselos en las circunstancias de 1978) para entender que esta aventura iba a contrapelo con lo que la industria pensaba que podía gustarle al público. Y sin embargo corrieron el riesgo. Y todo salió bien. En palabras de Rubén: Siembra fue una expresión del sentir urbano, y en nuestras ciudades la base del conflicto existencial humano no ha variado gran cosa en 30 años.
Por eso es un álbum que sigue sonando fresco. Honesto. Pertinente.

Willie Colón y Rubén Blades cantan Plástico 
en un concierto de Amnistía Internacional 
celebrado en Venezuela, 1998





Aquí puedes acceder a la primera parte de esta reseña.

7 comentarios :

  1. Muy acertada la reseña de este disco. En fin, es uno de los mejores discos de Willie y Rubén, lamentablemente ha habido varias diferencias entre ellos, pero fué uno de los mejores binomios de la salsa. En cuanto a Massucci, prácticamente fué lo que dicen aquí en P.R. un ganso que se las jugaba fría y se la hacía a cualquiera,en fin donde hay plata baila el mono. Saludos desde PR.

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  2. Estimado Juan Ignacio, muchos saludos. "Salsa consciente", sinceramente no se quién se inventó eso. ¿consciente de qué?, ¿realmente este disco creó un movimiento de ese tipo de salsa? ¿me pueden nombrar a sus más conspicuos representantes? ¿O mas bien Blades, inigualable cronista, utilizó la salsa como medio de expresión de sus particulares ideas políticas? En consecuencia, eso llamado "salsa consciente", no sería mas que un proyecto personal de Blades. Vamos, aceptando que si realmente existió algo llamado "salsa consciente" Blades no fue el primero como bien lo has señalado. Pero, además de los ejemplos que has dado, yo no he escuchado disco más directo, nacionalista y subversivo que el del Conjunto La Revuelta: "Salsa y protesta", grabado 7 años antes que "Siembra". Y detrás de esa grabación se ha generado una serie de historias que ahora, en la era del internet, tienen un nivel casi mítico.
    Al igual que tú, yo no concibo la propuesta de Blades sin otra sonoridad que la del "El Malo". Imposible, cronista del barrio+sonido del barrio, ahí el éxito. A comparación de Venezuela, como mencionas, en Perú la élite no acogió bien la propuesta de Blades, mejor aún, le costó acoger todo lo que signifique "salsa" hasta fines de los 80´s y principio de los 90´s. La clase media lo hizo quizás por su deterioro socioeconómico en esa nefasta década.
    "Siembra" es uno de mis 5 discos favoritos de salsa, y de acuerdo totalmente con tus apreciaciones sobre la trascendencia de esta disco para el género. Y me resulta paradójico que este disco no haya renovado realmente el género en un momento crítico porque señaló un camino que muy pocos se atrevieron a transitar, temática y musicalmente. Y eso que el contexto sociopolítico de los 80´s en AL daba para explotarlo. Sí, ahí estoy de acuerdo contigo y con Rondón.
    Un abrazo.

    Víctor Paredes
    Lima-Perú

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  3. Estimado Víctor:
    Yo es que no veo mucho parecido entre eso que llamaron salsa consciente (afanes etiquetadores de los años 70 que quedaron en la inconsciencia de posteriores estudiosos) y el "carácter tirapiedra" de la salsa de La Revuelta, que no podía transcender por la baja calidad musical de la propuesta y el magro público al que pudo dirigir su mensaje en su momento.
    De lo demás no tengo nada que agregar. Gracias por detenerte en el blog. :)

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    Respuestas
    1. Estimado Juan Ignacio, salsa "tira piedra", ja, ja, que término tan ocurrente. Bueno, pero tampoco seamos mezquinos. La Revuelta también es, a su manera, un canto testimonial de la época, claro sin la parafernalia de la Fania, y sin la contundencia instrumental de una orquesta como la de Colón (sospecho que La Revuelta era un sexteto). Ambas propuestas estaban en el mismo espectro. Si lo queremos poner en términos políticos, Blades era una voz de izquierda y progresista, mientras La Revuelta era de ultraizquierda y guerrillera. Juan, eso era lo que pasaba en América latina en los 70´s: o estabas con un gobierno de izquierda progresista, organizabas partidos y buscabas llegar al poder; o tomabas las armas y te ibas al monte para lograr el cambio. Blades sería lo primero, La Revuelta lo segundo, un jolgorio de la época postcastrista, del de "la revolución nace del fusil", y que tuvo pegada y reinterpretaciones en cada país de América latina. Puerto Rico no fue la excepción. Aunque creo que La Revuelta fue la única de su especie.
      No se si realmente la propuesta de La Revuelta no "podía trascender por la baja calidad musical de la propuesta y el magro público al que dirigió su mensaje". Mira que en lo musical, varios temas me saben a los famosos sextetos de los 60´s, pero con más ritmo salsoso y algo de bomba (y eso que a mí no me gusta el sonido del xilófono); en lo segundo, cuidado, si La Revuelta era puertorriqueña, su público era básicamente puertorriqueño, por eso sus letras nacionalistas y antiimperialistas ("Recordando a los que valen", "El día se está acercando", "Crisis en Puerto Rico"). Sabemos que uno de los temas políticos más álgidos de la isla del encanto, por décadas, ha sido el de su independencia de EE.UU. Bueno, ahí hay una propuesta musical desde lo subalterno para expresarlo: burda, simple, limitada, todo lo que quieras, pero honesta y directa. Y si no tuvo "éxito comercial", quizás fue porque la discográfica era minúscula (al parecer sólo sacó dos producciones, ésta y de Roy Brown, entre 1969 y 1971, después cerró), e hizo pocas copias, que por cierto, encontrar en LP es casi como el santo grial. Si se agotó es porque, limitadamente, gustó. Y al igual que "Siembra" o "CSDLA" de Blades/Colón, tampoco tuvo seguidores.
      P.D. Habría que saber quiénes fueron los músicos de La Revuelta, pero sospecho que uno de los cantantes fue Adalberto Santiago.

      Saludos
      Víctor Paredes
      Lima-Perú

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    2. Hoy en día esas copias de discos con "carácter tirapiedra" que sacaron los del Conjunto la Revuelta están considerados como clásicos. Por eso, cada vez que aparece alguno, los coleccionistas pagan lo que sea para vincularse a la historia de Puerto Rico y su música. "Salsa y protesta" llegó para quedarse.

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  4. Estimados señores Juan Ignacio y Anónimo. Les felicito por su reseña y sus comentarios muy acertados, ya que tuve la suerte de vivir ésta bella época de la Salsa en Puerto Rico donde Ruben y Willie eran ídolos sin comparación. Era un lleno total donde quiera que iban a tocar. Mi esposa y yo íbamos a bailes , donde ellos comenzaban a tocar a las 2am, ya que venían de tocar en otros lugares de baile. No había toque de queda en esos tiempos o sea que los lugares de baile podían estar abiertas hasta la hora que fuera. !!!! Y cuando iban al Coliseo Roberto Clemente , siempre daban un show de primera .Y cómo la música y el mensaje de ellos era diferente, de verdad que pegaba mucho. Es lamentable que ellos hayan tenido diferencias tan serias entre ellos, pues quien sabe qué más hubiera salido de esa colaboración , después de sus años con FANIA. Y mencionando a Masucci, otro ejemplo de sus abusos fué lo que pasó con las composiciones de Tite Curet Alonso, la cual es conocida por todos. Sigan cubrieniendo tan Buenos temas, que hacen a uno recorder los buenos tiempos de la SALSA DURA !!!!

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