martes, 30 de agosto de 2011

Feliz centenio, Arsenio

Ignacio Arsenio Travieso Rodríguez
Hoy, hace cien años, nacía en Güira de Macurijes (Matanzas, Cuba) el gran Arsenio Rodríguez, arquitecto del sonido cubano tal y como lo conocemos hoy. Hace algunas semanas escribí tres largos posts sobre su vida y obra, así que no voy a repetirme.
Prefiero ahora que sean otros los que hablen sobre él:


Definitivamente, Arsenio es el papá de los conjuntos modernos, una persona como Dizzy Gillespie en la música americana, un campeón de la música de nuestro país. Fue mi inspiración con todas esas variaciones que le dio a la música.
Larry Harlow, pianista, director de orquesta, compositor, productor y arreglista.


Tuve la oportunidad de crecer con Arsenio Rodríguez, Chappottín y La Sonora Matancera.
Johnny Pacheco. Flautista, arreglista, director de orquesta. Fundador de Fania Records.


Larry Harlow lo copió. Pacheco también lo copió, en un principio. Por lo tanto, si ellos tocaban como Arsenio Rodríguez, ¿por qué entonces no se le permitía a él tocar en Nueva York? En Cuba era muy bueno. ¿Por qué si no lo consideraban bueno en Nueva York -y por eso no tocaba-, otros músicos copiaban su estilo y tocaban sus canciones?
Graciela Pérez Grillo, cantante, hermana de Machito.

domingo, 28 de agosto de 2011

Quítate tú pa' ponerme yo

Un momento del concierto en el Cheetah
Estuve dudando tres días si sumarme o no a las conmemoraciones que se leen aquí y allá sobre los 40 años del legendario e indispensable concierto de la Fania All Stars en el Cheetah Club de Nueva York. Dudando, porque no poseo información adicional a lo que ya se sabe ni voy a escribir nada que no se haya dicho ya hasta el cansancio sobre ese concierto delicioso, que marcó la formación definitiva del fenómeno Fania y el inicio del denostado boom de la salsa que se derramaría por medio continente americano durante la década de los 70. Dudando, porque volvería otra vez a hablar de la Fania All Stars, y ya sería la tercera en apenas unos meses. Pero aquí me tienen, pensando cómo resaltar la energía que emanó de ese concierto, lo sabroso que sonaron -con apenas dos tardes de ensayos- montados en una tarima insuficiente, apelotonados; trompetas y trombones encima de los percusionistas; cantantes compartiendo micrófono y leyendo un papel porque no les había dado tiempo de aprenderse las letras de los coros; Johnny Pacheco dirigiendo con los brazos recortados y su guasa de siempre. Y en una discoteca, además. Una discoteca que fue de las primeras que marcó el paulatino fin del concepto orquesta como única forma de entretenimiento nocturno. Vaya ironía.
En fin. Para los que no tienen ni somera idea de lo importante que fue para el género salsero la reunión de la FAS en el Cheetah de la calle 52 con 8va avenida el 26 de agosto de 1971, aquí les traigo una breve crónica.

sábado, 20 de agosto de 2011

Descubriendo a Joe Bataan

No aparece mencionado ni una sola vez en el Libro de la Salsa de César Miguel Rondón, y debió haber salido. Suele estar alejado de cualquier recopilación salsera, tal vez porque nunca pretendió entrar en ese rígido corsé con el que a veces se quiere definir a la expresión latina en la ciudad de Nueva York, y debió estar incluido en cualquiera de esos compilados. No ha entrado, definitivamente, en ese reducido grupo de salseros puros (¿existirá realmente ese grupo o es todo una pasión por lo nuestro?), aunque podría tener sobradas razones para pertenecer a él.
Se preguntarán el porqué. Intento una respuesta: a mi entender, una de las características de todo ese grueso asunto llamado salsa es la mezcla, el injerto, la adición de estilos y sonidos, la licuadora de tumbaos y resonancias, de experiencias de vida, de barrio y gueto y callejón, de deseos de superar la pobreza, de cantar a lo que uno tiene alrededor. A su gente y a la cotidianidad. Bueno, ese sonido que es mestizo, que tiene de todo, encontró en ·Joe Bataan· (se pronuncia Batán) a uno de sus músicos más experimentados, siempre abierto a esa mixtura. Bataan fue quizás el que menos complejos mostró al asumir el inglés como idioma propio y unirlo al español, sumar rhythm & blues con ritmos latinos y hacer con ellos una trenza indivisible.
Bataan Nitollano, bien asentado con los años
Juega a su favor una característica nata: Bataan Nitollano (que así se llama en realidad) es hijo de afroamericana y filipino, y nació en Manhattan. El inglés fue su idioma materno y su crianza no habría diferido de la cualquier negro -o extranjero, daba igual- del gueto de la ciudad sino fuese porque, gracias

jueves, 4 de agosto de 2011

Joe Arroyo, la voz de la costa Caribe colombiana

Alvaro José Arroyo, marcando la clave
Aunque temprana y dolorosa, la muerte de ·Joe Arroyo· a los 55 años era algo que se esperaba desde hacía algún tiempo. Poseía una salud bastante delicada, estaba internado en una clínica desde finales del mes de junio y ya había pasado anteriormente por varios episodios hospitalarios, dos de ellos muy graves en 1983 y 2000 por los que incluso fue declarado muerto. Además, era amigo de ciertos excesos: se comportaba como un alma de la noche y tenía 35 años consumiendo crack -entre otras delicatessen-, lo cual es un hábito muy bonito que le tumba el cuerpo a cualquiera.
Persona sensible al fin, los conflictos con sus querencias y una vida privada un tanto convulsionada lograron también minar su ánimo, al punto que no grababa desde hacía cuatro años.

La reacción en Colombia por la muerte de uno de sus cantantes más queridos fue, como se podrán imaginar, contundente. Las procesiones no tuvieron fin y ya se están decretando calles y plazas en varios rincones del país. Esa veneración se debe, entre otras razones, a una producción disquera constante desde 1970 hasta 2007, y a que siempre supo dirigir sus canciones y su mensaje a los estratos de población más populares. Nació y vivió como un cantante de barrio alcanzado por la fama y su desaparición no iba a pasar desapercibida.
De origen muy humilde, la vida de Joe Arroyo está llena de peripecias que parecen sacadas de un relato de Gabriel García Márquez: con apenas ocho años comenzó a cantar durante el día en el liceo religioso donde estudiaba y, por la noche, en algunos burdeles de su Cartagena natal. Al ser descubierto en semejante pecado, fue expulsado del colegio sin miramientos, aunque luego fuese llamado de vuelta para que le cantara al arzobispo. Así de bueno era en lo suyo y así de pragmática ha sido siempre la educación eclesiástica.
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