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martes, 13 de mayo de 2014

Aquí estoy, ya yo llegué

Hoy se cumplen 27 años de la muerte de Ismael Rivera

La gira no pudo haber ido mejor. Después de haber ganado el Momo de Oro de los Carnavales de Caracas como la mejor banda visitante a comienzos de marzo de 1962, Rafael Cortijo y su Combo harían escala en Panamá, en donde dieron algunas presentaciones con igual furor: un gentío bailando ese repertorio de plenas, sones, guaguancós y bombas que solo esa orquesta podía ofrecer. Ahora tocaba volver a casa, a Puerto Rico, pero antes había que hacer algunas compras. En el istmo los muy indómitos se apertrecharon, entre otras cosas, de un paquete de cocaína que camuflaron en el equipaje para su posterior uso personal. No creyeron jamás que sería descubierto. Su fama les protegería, habrán pensado.
Pero no fue así. Alguien en Panamá, un fuerza 'e cara, habría chivado a la Policía Portuaria boricua y, cuando los del combo aterrizaron en el aeropuerto Muñoz Marín de San Juan, todos sus integrantes fueron retenidos por las autoridades para ser revisados hasta el alma, descubrirles el alijo de polvos mágicos y dejarlos bajo custodia. En otra versión de los hechos, Tite Curet Alonso dijo una vez que un agente venía también en el vuelo, velándolos. Lo cierto es que en medio del trance Ismael Rivera dijo que la droga era de su exclusiva pertenencia y, con esa confesión, logró salvarlos a todos de la cárcel.
A todos menos a él, claro.
Ismael Rivera y Rafael Cortijo
Rafael e Ismael eran amigos desde la infancia y desde pequeños hicieron música juntos. A comienzos de 1955 Maelo empezó a formar parte del Combo de Cortijo, uno de los primeros grupos musicales negros surgidos de las zonas más pobres de San Juan, y fue desde ese momento cuando comenzaron a brillar de forma inusitada. Ese mismo año grabaron los primeros temas, como El bombón de Elena, y su popularidad fue creciendo al punto que comenzaron a aparecer en programas de televisión, como La Taberna India, y a participar en los mejores bailes. Su consagración se dio en 1960, cuando triunfaron rotundamente en el Palladium Ballroom de Nueva York. Ese éxito les dio fuerzas para reclamar mejores pagos y condiciones a los músicos, y eliminar la segregación existente en la industria a causa del color de la piel, un tema tan peliagudo en la isla como en el continente. Por supuesto, la vida de ambos estuvo marcada por ciertos excesos. Los de siempre: drogas, alcohol, mujeres.
Y ese hedonismo les saldría caro.

sábado, 10 de agosto de 2013

Diggin' the most for Comin' at you

El Sexteto de Joe Cuba
Después de varios años buscando su propio estilo y abriéndose paso dentro del ambiente musical neoyorquino, en la primera mitad de los 60 el Sexteto de Joe Cuba ya sonaba sólido, potente, instalado en la escena. Atrás quedaban esos experimentos de grabar merengues, chachachás y mambos -y lo que el público pidiese- para el sello Mardi Gras (algunos de ellos interesantes, aunque bastante alejados ya del propósito de este blog), o de incluir trompetas para emular a las big bands que tanto furor causaron durante los 50.
Cuba (nacido Gilberto Calderón) entendió que su fortaleza estaba en la brevedad de su orquesta y en la versatilidad de su repertorio, porque de esta forma podría colarse sin problemas entre grandes bandas, como sucedía cada vez que tocaba en el Palladium entre los sets de Tito Rodríguez y Machito, para estar dos horas más tarde dando otro show en un restaurant donde no cabría siquiera una orquesta de ocho músicos. Esa virtud comenzó a dar sus frutos: en 1962, por medio de su mánager, Catalino Rolón, Joe Cuba conoce al dueño de Seeco Records, Sidney Siegel, quien le ofrece sacar un disco (el sexteto tenía ya dos años sin pisar un estudio) y lanzarlo en órbita.

viernes, 12 de abril de 2013

Shake it, baby, shake it!

Intentaré ser breve.
Hay miles de versiones que "cuentan" el final de ese dúo dinámico llamado Tito Puente y La Lupe. Desde aquella acuñada por el propio Tito, cuando dijo que nunca, jamás, sostuvieron enfrentamientos y que solo cumplieron a rajatabla un contrato profesional para hacer juntos cinco LPs (cuatro lanzados a mediados de los 60 y uno en 1978), hasta las más abyectas. Aquellas que acusaron al rey del timbal de debilidad en el ego, pues estaba harto -él, su majestad- de ser la sombra de una cantante excéntrica a la que consideraba poco más que una recién vestida. Da igual. Lo importante es lo que viene a continuación: Una vez que La Lupe y Puente rompían relaciones a finales de 1967, el dueñote de Tico Records (aquel mafioso de cuidado llamado Morris Levy) la mandó llamar de inmediato para lanzarla lo más pronto posible en plan solista.
Y ella, encantada. Por supuesto.
Lupe Yolí Raymond, cuando aún cantaba en Cuba

Con esta jugada La Lupe demostraría que ella sola era capaz de vender toneladas de discos. Que el apoyo de Puente no era ni indispensable ni necesario. En aquellos tiempos los LP se hacían en un santiamén; de hecho, había artistas que sacaban dos o tres al año. Los requerimientos de producción eran menores que los actuales. La maquinaria de ventas era mucho más sencilla y se enfocaba casi exclusivamente a la radio.

sábado, 20 de agosto de 2011

Descubriendo a Joe Bataan

No aparece mencionado ni una sola vez en el Libro de la Salsa de César Miguel Rondón, y debió haber salido. Suele estar alejado de cualquier recopilación salsera, tal vez porque nunca pretendió entrar en ese rígido corsé con el que a veces se quiere definir a la expresión latina en la ciudad de Nueva York, y debió estar incluido en cualquiera de esos compilados. No ha entrado, definitivamente, en ese reducido grupo de salseros puros (¿existirá realmente ese grupo o es todo una pasión por lo nuestro?), aunque podría tener sobradas razones para pertenecer a él.
Se preguntarán el porqué. Intento una respuesta: a mi entender, una de las características de todo ese grueso asunto llamado salsa es la mezcla, el injerto, la adición de estilos y sonidos, la licuadora de tumbaos y resonancias, de experiencias de vida, de barrio y gueto y callejón, de deseos de superar la pobreza, de cantar a lo que uno tiene alrededor. A su gente y a la cotidianidad. Bueno, ese sonido que es mestizo, que tiene de todo, encontró en ·Joe Bataan· (se pronuncia Batán) a uno de sus músicos más experimentados, siempre abierto a esa mixtura. Bataan fue quizás el que menos complejos mostró al asumir el inglés como idioma propio y unirlo al español, sumar rhythm & blues con ritmos latinos y hacer con ellos una trenza indivisible.
Bataan Nitollano, bien asentado con los años
Juega a su favor una característica nata: Bataan Nitollano (que así se llama en realidad) es hijo de afroamericana y filipino, y nació en Manhattan. El inglés fue su idioma materno y su crianza no habría diferido de la cualquier negro -o extranjero, daba igual- del gueto de la ciudad sino fuese porque, gracias

lunes, 4 de abril de 2011

Agúzate, que te están velando

A ·Ricardo Ray· y a ·Bobby Cruz· les conozco lo justo. Para ser sincero, hay algo en la forma de arreglar y afinar las trompetas de su orquesta que siempre me ha generado un poco de desdén. Me dan un poco igual. Es como si sonaran a banda de pueblo antigua, o a mariachi, pero sin la contundencia en el fraseo de este género mexicano. Porque esa afinación no parece de trompeta de sonora: de hecho, junto con los coros suena como a Ray, pero Ray Conniff gone latin... (¿será por eso mi rechazo?). Además, junto con el soberano piano de Ricardo -que estudió para concertista- y el vozarrón de Bobby, estos dos metales son el sello de la orquesta.
Como sea, no me he preocupado demasiado por coleccionar sus discos más allá de los que son clásicos, y no era plan mostrar a Ray y a Cruz hoy, aquí, con el lugarcomún Jala Jala y Boogaloo (de 1967), o el Volume 2 (de 1968). Habría sido demasiado cliché.
Bobby y Ricardo, cuando vivían en Nueva York
Me puse entonces a leer en internet algunas reseñas sobre sus mejores producciones, buscando inspiración, y casi todas coincidían en preferir El bestial sonido de Ricardo Ray (de 1971) que, aunque abre con una canción que es fundamental para la expresión salsera, como álbum no me inspira. Está muy sobrevalorado y contiene algunos temas con arreglos tan cursis que no entiendo cómo Johnny Pacheco no les dijo en su momento: óyeme, Richie, que esto a mí me suena a Ray Conniff...
A eso súmale el renacimiento de ambos como evangélicos en 1975 y los disparates que grabaron posteriormente en esa onda llamada salsa cristiana.
Pero no vayan a pensar, por favor, que los tipos me caen mal, porque en realidad me parecen unas personas estupendas, que fueron víctimas de la fama y sus vicios, como muchos, pero lograron salir de ese asunto, como pocos, y viven ahora con tranquilidad y sin haber perdido sus raíces ni la estima del público.
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