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sábado, 10 de agosto de 2013

Diggin' the most for Comin' at you

El Sexteto de Joe Cuba
Después de varios años buscando su propio estilo y abriéndose paso dentro del ambiente musical neoyorquino, en la primera mitad de los 60 el Sexteto de Joe Cuba ya sonaba sólido, potente, instalado en la escena. Atrás quedaban esos experimentos de grabar merengues, chachachás y mambos -y lo que el público pidiese- para el sello Mardi Gras (algunos de ellos interesantes, aunque bastante alejados ya del propósito de este blog), o de incluir trompetas para emular a las big bands que tanto furor causaron durante los 50.
Cuba (nacido Gilberto Calderón) entendió que su fortaleza estaba en la brevedad de su orquesta y en la versatilidad de su repertorio, porque de esta forma podría colarse sin problemas entre grandes bandas, como sucedía cada vez que tocaba en el Palladium entre los sets de Tito Rodríguez y Machito, para estar dos horas más tarde dando otro show en un restaurant donde no cabría siquiera una orquesta de ocho músicos. Esa virtud comenzó a dar sus frutos: en 1962, por medio de su mánager, Catalino Rolón, Joe Cuba conoce al dueño de Seeco Records, Sidney Siegel, quien le ofrece sacar un disco (el sexteto tenía ya dos años sin pisar un estudio) y lanzarlo en órbita.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Calla, calla y no platiques más


Esta historia trata de un niño que nace de madre desconocida y que es, además, ciego, sordo y mudo. Pobre. Como no tiene mamá lo cuida su papá, aunque éste tardó un par de meses en darse cuenta de los impedimentos severos del hijo, y lo hizo justo un 25 de diciembre. No obstante, el progenitor es responsable con la salud de su pequeño y decide pensar que estas taras no son taras sino una bendición que le ofrece dios, por lo que las acepta tal y como lo habría hecho un seguidor del Opus Dei.
Con alegría, se entiende.
Al año, o dos, o quizás a los cinco, al padre le nace la vena científica y le pone unas cajas al niño, a ver qué hace con ellas. Resulta que el pequeñín las toca con un afinque que ni Chano Pozo. Gracias a esta bendición lo presentan entonces como un virtuoso percusionista, y esto terminó generando un tremendo orgullo a su progenitor.
El chico, aunque no oye ni ve ni habla, suele estar suelto por ahí, sin mucha vigilancia. Un día pasa por la calle un vendedor de helados con su tintineo y el chamaco, que estaba sentado cerca de otros niños que jugaban en la acera, comienza a tocar los tambores -no se sabe de dónde salieron- para reclamar su mantecado y lanzar, como quien no quiere la cosa, un mensaje de amor a toda la humanidad.
Su fama comienza a crecer.

martes, 15 de noviembre de 2011

Sabú Martínez con su jazz espagnole

Si el primer disco de Alegre Recording Corporation -ese sello que perteneció a un personaje genial, como fue Al Santiago- batió todos los records de venta en la ciudad de Nueva York para la época, superando los 100.000 ejemplares, el siguiente álbum de su catálogo fue lo que se dice un auténtico fracaso comercial. Así es la vida.
Esa segunda producción, Jazz Espagnole, fue interpretada por una banda muy apretada bajo las manos de otro de los grandes congueros del siglo XX: Louis sabú Martínez. En su lanzamiento no colocó ni 500 copias, pero hoy en día es un disco de culto, indispensable por su sonoridad y bríos, por su modernidad y porque es la mejor grabación jamás realizada de eso que tantos y tantos se empeñan en llamar jazz latino. O al menos eso dicen los que saben.
Louis Martínez
Sea verídico o no este statement, lo cierto es que este álbum contiene un matrimonio muy interesante entre las tonalidades jazzísticas que imperaban en ese entonces, el cubop del que Martínez fue un magnífico exponente, y la efervescencia latina que comenzaba a tomar cuerpo más allá de la cansada moda del mambo y la aún novedosa charanga neoyorquina. La ausencia de voces inclina la balanza hacia el jazz experimental y la brevedad del ensemble parece marcar distancia con las big latin bands de la época. Pero no caigamos en el engaño: el disco tiene alma caribeña y marcó pautas muy interesantes en todos aquellos músicos salseros que bebieron de estas influencias para producir sus maravillas en los años siguientes. Esos años de la salsa.
Pero antes, una pequeña presentación de Louis Martínez. Este conguero hijo de puertorriqueños nació en Nueva York en 1930 y ya a los 11 años tocaba profesionalmente. Martínez siempre dijo que su mayor influencia fue el sonido de los Lecuona Cuban Boys. De hecho, aún adolescente, logró integrar esa orquesta y también las agrupaciones de Noro Morales y Miguelito Valdés. Formó parte además del trío de Joe Loco y se cree que participó en la sesión donde se grabó un mambo por primera vez en Estados Unidos.

viernes, 4 de marzo de 2011

Los rikos también tienen sentimiento, tú

                                               José Cheo Feliciano                            (Codigo Music Group)
Antes de que me interpelen y exijan el carnet de buena conducta, que les veo las intenciones, aclaro públicamente que admiro muchísimo a ·Cheo Feliciano· porque es uno de los cantantes que mejor frasea en todo el Caribe, he disfrutado mucho las veces que le he oído cantar en vivo -que han sido varias-, tiene un timbre potente, muy agradable, un buen desempeño en el montuno, entona el bolero como pocos y es, además, el cantante favorito de Eddie Palmieri 
(y yo al Maestro le hago mucho caso).
Como muchos críticos musicales y estudiosos han generado diversas variantes de la salsa (gregoriana, matancera, erótica, narrativa, etc), yo me atrevo a decir aquí, también públicamente, que Cheo cayó en varias ocasiones en eso que me atrevo a llamar salsa demagógica.
Sí, demagógica. Porque hay pocas letras más farsantonas -como diría mi amigo Marco Tulio- que la guaracha que le compuso Tite Curet Alonso: Los entierros, incluida en el disco Estampas de 1979.
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