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jueves, 28 de julio de 2011

Buscando América: otra vuelta de tuerca de la salsa

A finales de 1982, con una enorme fama sobre sus espaldas, terminado su contrato con Fania Records y ya separado definitivamente de la orquesta de Willie Colón, Rubén Blades decidió embarcarse en un proyecto novedoso, totalmente distinto a lo que había sonado anteriormente. Consciente de que las grandes orquestas no tenían ya mucho sentido, que el sonido nueva york estaba de capa caída y que lo que estaba comenzando a mandar eran la salsa erótica y el merengue, decidió abrirse a nuevas experimentaciones y fusiones.
Romper esquemas.
Una de las primeras cosas que hizo fue contactar al pianista Oscar Hernández y comentarle la idea. A Rubén siempre le había fascinado el sonido del Sexteto de Joe Cuba y, por lo visto, cuando reunió a otros cinco músicos en su departamento del Upper West Side de Nueva York, para ofrecerles la loca idea de correr el riesgo y lanzar una banda breve, inmersa en la fusión con otros sonidos y géneros, tenía en mente esa estructura musical notable por la ausencia de metales. El resto de los integrantes, Mike Viñas en el bajo y la guitarra, Eddie Montalvo en las tumbadoras y la percusión, Louie Rivera en los bongós, Ralph Irizarry en los timbales, Hernández en el piano y el Fender Rhodes, y Ricardo Marrero en el vibráfono y el sintetizador, estuvieron de acuerdo.
Ese día nacieron ·Rubén Blades y Seis del Solar·.
Irizarry, Rubén, Viñas, Hernández, Marrero, Rivera y Montalvo, 1984
A comienzos de 1983 comenzaron a ensayar en el Boy's Harbor Conservatory de Harlem, y ya en mayo iniciaban las grabaciones de un nuevo disco en los estudios Eurosound, bastante frecuentados por la plebe jazzera y alternativa de la ciudad. Aún no contaban con una casa disquera que les respaldara, pero ese detalle realmente les daba igual. En la grabación contaron con el apoyo de Ray Adams en la batería.
 A finales de ese año, Rubén contactó con Bruce Lundvall, de Elektra Records, quien mostró mucho interés por la producción y decidió publicarla, haciendo caso a una recomendación que le dio el propio Blades: si el disco lo vas a imprimir en Estados Unidos, debe llevar una hoja con las canciones traducidas al inglés. Y si lo imprimes en Alemania, ponle una hoja con las letras en alemán. Y así.
En Buscando América, la tónica de Rubén no iba a estar alejada de sus producciones anteriores. Llevada con un sonido diferente, seguiría conteniendo crónica social, crítica feroz a la política llevada a cabo por Estados Unidos y el Bloque Soviético en Centroamérica -no olviden la tragedia de los contras, como respuesta a la financiación del Ejército Popular Sandinista financiado por la URSS y Cuba; y a la Guerra Civil salvadoreña, que se desarrollaba de forma paralela-. Había también espacio para el desarraigo latinoamericano presente en los latinos de Estados Unidos, y que a él también le tocó vivir (Blades tuvo que dejar Panamá con su familia en 1973, debido a amenazas de muerte por parte del régimen militar de Omar Torrijos), y sus cantos por la unidad latinoamericana, que se escucharon ya desde los tiempos de Siembra.

lunes, 23 de mayo de 2011

Yo lo pongo como a usted le guste más

Por culpa de una sola canción, Traigo de todo siempre ha corrido el riesgo de ser disecado por un taxidermista para, una vez congelado a temperatura ambiente, ponerlo en un altar, adorarlo y que vengan los diletantes a sacarle brillo al fenómeno todos los días. Así, fascinados.
De hecho, me arriesgaría a preguntar, ¿este álbum seguiría siendo el más importante de la trayectoria de Ismael Rivera si no incluyese El nazareno? Aunque también se podría porfiar: sin Las caras lindas, ¿Esto sí es lo mío sería el segundo mejor álbum de él (algunos se atreven incluso a decir que es superior)?
Es para quedarse pegado con el temita hasta el año 2014, por lo menos...
                     El Sonero Mayor         (Fernando Sánchez)
Pero no, mejor no. Como diría Maelo, ¡fuera, zapato viejo! y concentrémonos en sacarle el jugo a las cosas buenas que tuvo este lanzamiento de 1974, que fue -para darle más intriga al asunto, que se me duermen- el último antes de que el deterioro de su voz comenzase a resultar evidente, y el último que hizo con plenísima libertad de movimiento... porque fue también el último antes de que Fania Records se cruzase en su camino.
Para bien y para mal.
Traigo de todo fue producido por Joe Cain y grabado en Generation Sound Studios (uno de los estudios preferidos por los músicos de jazz de Nueva York, como atestiguan numerosos discos de esa década). Los arreglos, como siempre, estuvieron a cargo del pianista cubano, el ex matancero Javier Vázquez. Los Cachimbos estuvieron más aceitados que nunca y contaron en esa ocasión con un invitado de la talla de Alfredo chocolate Armenteros en la trompeta, además de Manuel González en el saxo alto, Harry D'Aguilar en el trombón, Raimundo Vázquez en el bajo, Víctor González en el bongó, Carlos rigo Malcon en los timbales, Frankie Malabé en el congo y Sammy Ayala en la percusión. Los coros, muy sobresalientes -en Satélite son, sencillamente, insuperables- estuvieron a cargo de Yayo El Indio, Vitín Avilés y Adalberto Santiago.

viernes, 15 de abril de 2011

The Lebrón Brothers en su salsa y control

En 1970, un par de años antes de que la compañía que les grababa fuese adquirida por Fania Records, iniciando el declive en la promoción de sus discos (provocado aparentemente por cierta animadversión que Jerry Masucci y Johnny Pacheco tenían contra ellos), los ·Hermanos Lebrón· sacaban al mercado Salsa y control, un disco algo aburrido, con una carátula fuera de lo común, que resume muy atinadamente la transición que estaba viviendo el mundo musical de Nueva York.
Porque eso era un desconcierto, mi pana.
Este álbum está considerado como uno de los mayores éxitos de su dilatada carrera -la orquesta sigue activa a día de hoy-, lo cual siempre me ha llamado la atención, porque tampoco es para tanto.
              Angel Lebrón, cabecilla de la orquesta            (foto: Lisa Lindhart)
Los Hermanos Lebrón son un poco particulares. Al menos, así los veo yo. Empecemos por su concepción: en aquella época solían integrarlo cinco hermanos (a veces incluso más), en rollo clan-unidos-para-siempre. De padres diferentes (Pablo, el cantante, en realidad no se apellidaba Lebrón), casi todos nacieron en Puerto Rico. Se volvieron nuyoricans al ser parte de esa oleada de portorros que probaron fortuna en Nueva York y crecieron en esas calles bilingües. Fueron y son musicales casi todos, porque la música ha sido siempre una cosa de familia. A mediados de 1966, bajo la batuta de Angel Lebrón decidieron unir fuerzas y fundar esta orquesta. Grabaron unas cintas y las mostraron a diversas disqueras -incluso a Fania-, y todas pasaron de ellos... hasta que tocaron la puerta del legendario George Goldner, que recién había fundado Cotique Records, quien apreció el tono de

viernes, 11 de marzo de 2011

Cuando yo kanto mi bonito guaguancó

Después de mencionarlo de forma tangencial en varias de las entradas del blog, ya era hora de que me decidiese a hablar de uno de los discos de ·Johnny Pacheco·, porque este músico y productor dominicano es un personaje fundamental de la expresión salsosa -y de la música latina en general de los últimos 55 años-, capaz de haber creado varias modas musicales. Aunque nunca ha sido santo de mi devoción, debo reconocer con entusiasmo que ha producido varios discos indispensables, su criterio como músico es absolutamente apreciable -aunque sus prácticas como productor y director musical de Fania Records no lo hayan sido tanto- y tiene una virtud que no todos poseen: no importa lo que produzca, no importa lo que entregue su orquesta, el resultado siempre -siempre- tendrá mucho sabor.
Y eso, a los efectos de la salsa, es un detalle imprescindible.
Pacheco con su gran melena, a mediados de los 70
Para decidir por cual de sus producciones empezar, casi mejor acudir a la gran rueda del azar: desde que lanzó su primer trabajo en 1961, Pacheco y su charanga (que fue el disco latino más vendido en Estados Unidos hasta esa fecha), Johnny habrá sacado más de 50 álbumes. No todos con la misma calidad, por supuesto, pero sí algunos que son necesarios en cualquier colección salsera. El que voy a hablar hoy, El maestro (no confundir con la compilación de Codigo Music) es uno de ellos, no solo por la calidad y agarre de los temas elegidos sino porque, además, fue el disco con el que presentó a su nuevo vocalista, el señor Héctor Casanova, con quien logró hacer una dupla muy explosiva gracias al estilo netamente cubano de su soneo, que encajaba muy bien con las intenciones del Johnny.
Otro aspecto importante fue la incorporación del trompetista Luis perico Ortiz en los arreglos, y las estupendas manos del Papo Lucca en el piano, que le dieron una vuelta a ese sonido Pacheco anclado en la onda típica del conjunto desde 1964 (dos
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