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martes, 22 de octubre de 2013

Latin-Soul-Rock, o la mala puntería de Fania Records

Pfffooeeeeiiiiiiiiihh!!
Aún sonaban a lo lejos los pitidos de los micrófonos cuando eran arrancados de los cables en la tarima montada en el Yankee Stadium y ya Jerry Masucci, guarecido en el dugout, maquinaba cómo darle la vuelta al fracaso del concierto de la Fania All Stars, que acababa de ser suspendido cuando aún la orquesta estaba en mitad de la interpretación. Habían conseguido grabar las canciones del primer set, y los camarógrafos lograron filmar un extenso pietaje con los músicos en plena acción. Pero la segunda parte del recital, la que según Fania Recors marcaría los nuevos rumbos de la música latina, había tenido que ser abortada cuando, en una de las moñas de Congo bongó, la muchedumbre rompió las vallas y saltó al campo de juego violando el contrato con los dueños del espacio, que establecía que la canalla, ba-jo-nin-gu-na-cir-cuns-tan-cia, podía rumbear en el césped.
Y eran más de cuarenta mil los asistentes.
Durante el ensayo previo al concierto en el Yankee Stadium, 1973.
De izquierda a derecha: Cheo Feliciano, Pete "el conde" Rodríguez, Bobby Cruz, Justo Betancourt, Santos Colón, 
Ray Barretto, Héctor Lavoe, Johnny Pacheco, Nickie Marrero. La mano en el bajo pertenece a Bobby Valentín     
(Código Music)
Un momento. ¿Marcar los nuevos rumbos de la música latina? Sí. Por lo visto, ese era el plan. Masucci quería superar la barrera invisible del gueto latino de Nueva York -y, por extensión, del Caribe- para acceder al multimillonario mercado discográfico de la música pop. En esos tiempos estaba teniendo ya algunas conversaciones con Atlantic Records, en plan vamos a hacer un joint venture. Quería, también, lograr alguna influencia con los latinos de la costa Oeste de Estados Unidos, que no habían terminado de dejarse querer por las influencias neoyorquinas, porque allá lo mexicano mandaba más que lo cubano. Jerry quería, además, que su modesta disquera se equiparara con las grandes del sector, y la única forma de hacerlo, pensaba él, requería romper los límites del género salsero y aceptar sin timidez los aportes musicales de otros estilos, para hacer con ellos una fusión que pudiese alcanzar a la mayor cantidad posible de público.
Más o menos lo que en la industria se conoce como crossover.

martes, 22 de marzo de 2011

La gran farsa de la Fania All Stars en el Yankee Stadium

(Esta crónica fue enmendada el 21 de enero de 2013)

Comencemos por el hecho incontrovertible, como dirían abogados y personas necesitadas de fe:
a Jerry Masucci se le ocurrió un día que sería muy bonito hacer una especie de homenaje al fabuloso concierto del Cheetah del 26 de agosto de 1971, reeditando una reunión de las Estrellas de Fania (o Fania All Stars, porque son de ambas maneras) en un sitio que tenía un carácter casi mitológico para Nueva York: el antiguo Yankee Stadium del Bronx.
Ta loco, susurraron.
Pero lo hizo. El 24 de agosto de 1973 logró meter a más de 40.000 personas en el coso de Babe Ruth, con un conciertazo que prometía marcar un antes y un después. El roster estaba compuesto por nada más y nada menos que la Típica 73, El Gran Combo de Puerto Rico, Mongo Santamaría y, como cierre magnífico, la Fania All Stars, en plan big fucking salsastar y me la sirves con todo.
Orate, le dijeron.
Johnny Pacheco recuerda en alguna entrevista que, palabras más palabras menos, andaban todos medio cagados porque en el fondo no estaban seguros de que la gente fuese a ir. Que Jerry había invertido en la epopeya unos 70.000 dólares de la época (otras versiones dicen que la locura fue de 280.000), de los cuales sólo cincuenta mil habían sido destinados al alquiler del estadio para ese día.

viernes, 18 de marzo de 2011

Levántate y da cara a tu vida

Para todos aquellos que encuentran especial esta canción, que sé que son varios :)

Uno de los golpes más duros que he recibido en los últimos meses me lo propinó Marco Tulio Socorro. En toa la jeta, además. Fue una noche en su casa, casi impregnados en alcohol, después de haber discutido la pertinencia del reguetón. Que la tiene, aunque confieso ser un total analfabeta del género.
Será por la edad.
A lo que iba: no recuerdo muy bien cómo vino después el asunto (Marco y yo hemos instaurado la costumbre de reunirnos para hablar de mil cosas, y al día siguiente sólo recordar pinceladas de lo que charlamos, tan imbuidos que estábamos en la conversa por la conversa), pero mientras hacíamos el quítate-tú-pa-poneme-yo de las canciones que estaban sonando, que es la otra parte genial de esta dinámica, de repente va Marco y me avienta este tema:

Llorar
Yo nunca quise esconder que me vieran llorando
Eso a mí nada me importaba
Si allí donde yo lloré cualquiera llorará
Pero un golpe de brío que di, quiero ver quien da más.
Lloré lloré lloré

Un hombre de moral no queda derrotado
si tiene dignidad y cae boca abajo
mira para arriba y no desanima
levanta su cuerpo del suelo y da cara a su vida.

Levántate y da cara a tu vida

Canción, no: supercanción. Y se me había pasado por alto en la vida... Osea.

martes, 22 de febrero de 2011

Tito Puente swings · The exciting Lupe sings. ¡Ahí namá!

Lupe Yolí Raymond, ataviada                        (Foto: Fersan)
Este no es un disco cualquiera. Es un discazo. Una de esas conjunciones maravillosas que se dan cada cierto tiempo gracias a la Casualidad, así con mayúsculas. Porque hay que avisar de antemano que la primera vez que ·Tito Puente· escuchó a ese fenómeno eléctrico llamado ·La Lupe·, cuando ella todavía participaba en el grupo de Mongo Santamaría, aseguró no estar para nada interesado en su estilo. Ella le llamaba soul, pero yo le llamaba gritería, dijo el timbalero en 1972 a la revista Rolling Stone, en referencia a los quejidos que soltaba en mitad del escenario mientras Mongo afrontaba los cueros. Entonces, escuché un día uno de sus discos y me impresionó. Pensé que sería bueno tratar de trabajar con ella y ver si la podía desarrollar.
Groovy, baby. Groovy.
Fue en 1965 cuando se publicó Tito Puente swings · The exciting Lupe sings, una colección de 12 temas en diferentes estilos, con ese sonido big band -el Palladium de la calle 52 todavía estaba abierto- que Puente trató de mantener contra viento y marea, a pesar de que el cambio de ciclo musical estaba apuntando hacia lo que luego conoceríamos como salsa. Esa variedad de estilos, uno de los sellos fundamentales del álbum, fue también la prueba de que esta mujer te canta genialmente lo que le pongas enfrente. Porque La Lupe suena fenomenal cuando está respaldada por una orquesta y unos arreglos fenomenales. Y porque ella es el estilo.
Toda esa fastuosidad casi decadente luce aquí con una potencia inusitada. La guaracha que abre el álbum, Todo, es una declaración de intenciones: el chorro de voz logra superar la orquesta de más de doce músicos con unos arreglos de trompetas y saxofones alucinantes. A continuación aparece Yo no lloro más, de Myrta Silva, un son montuno que cuenta un desplante amoroso al que ella agregó algunos fraseos e interjecciones en el montuno: oye niño, ¿me estás diciendo que te vas? Pues agarra los tres trapitos y vete. Good bye, babe!, que marcan una de sus particularidades más divertidas. Las letras con doble sentido son otra de las marcas de la casa, como por ejemplo Menéalo, que tiene el azúcar bajo. Y también una sorprendente versión del joropo Homenaje a Juan Vicente del gran Billo Frómeta, un guiño a Caracas que desde los años 50 tenía los carnavales más importante del Caribe (hasta que el entonces gobernador Diego Arria los prohibiese a mediados de los 70).

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